La cigarra y la hormiga

Durante años, muchos ayuntamientos españoles se caracterizaron por una labor de control y ahorro

Durante años, muchos ayuntamientos españoles se caracterizaron por una labor de control y ahorro en el gasto público que los ha hecho ejemplares. Es lo menos que se puede esperar de los que gestionan nuestros impuestos y eso, sin duda, es mérito tanto del gobernante que lo hace como de la oposición que lo vigila. Pero ahora ha llegado una decisión que sorprende a propios y extraños: el gobierno central les permite que usen su superávit, hasta un máximo del 35%, y el resto se lo preste al Estado para que haga lo que quiera. Y en caso contrario se les impedirá el acceso a sus propios ahorros.

Sin duda, esta demostración de poder dista mucho de los comportamientos democráticos más básicos, y supone una preocupante muestra de necesidad dineraria depredadora sin precedentes. Evidentemente sabíamos que un gobierno puede y debe actuar sobre los bienes de un ayuntamiento que malgasta sus recursos, como ya se hizo con Marbella en el pasado, pero hasta ahora nunca se había planteado actuar sobre los que hacen un uso correcto uso de los mismos. Esto va a provocar, no solo un innecesario conflicto entre administraciones, sino un antes y un después en la confianza entre los municipios y el poder central.

Cuando uno observa las cantidades de las que se está hablando, aun comprende menos este afán parasitario, porque si el estado está liando este follón por 10.000 millones de euros ¿cómo ha sido capaz de comprometer cientos de miles de millones en prestamos? Desde luego, uno prefiere que sean los ayuntamientos que han demostrado una buena gestión los que sigan usando sus propios recursos, que para eso se los hemos entregado los ciudadanos.

Es evidente que hay comunidades autónomas cuyo agujero económico es insondable, después de tanto gasto independentista e insolidario, pero ante estas "cigarras" no deberíamos pagarlo el resto de las "hormigas". Y lo mismo le está diciendo algún que otro país europeo a nuestro gobierno. Probablemente este haya sido el fin de fiesta para muchos, pero no siempre se puede pensar en gobernar con el dinero de los demás, sin crear los recursos necesarios para ser económicamente autónomos. Y lo de salirse de Europa cuando no nos conviene, como hizo el Reino Unido, son cantos de sirena que no llevan a ningún sitio. Por tanto, ha llegado el momento de aceptar las condiciones, ahorrar y gestionar adecuadamente, como se espera de todo buen gobernante.

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