El color del cristal con que se mira

Cuando uno lee los discursos de investidura, no puede dejar de soltar una risa sardónica ante tanta manipulación

Tras unas convulsas elecciones y unas aún más convulsas negociaciones, los ayuntamientos han elegido a sus alcaldes y comienzan su nueva legislatura. Al observar este proceso, tan legal como a veces poco democrático, siempre surge una duda: ¿Cuánto tardarán nuestros políticos en permitir que los ciudadanos elijamos a nuestros alcaldes, en una proceso de doble vuelta, y deje de convertirse en un mercadeo ajeno a los votantes? Cuando uno lee los discursos de investidura, no puede dejar de soltar una risa sardónica ante tanta manipulación. Sirva de ejemplo la crítica de Macron o Valls a los pactos con la ultraderecha, en presencia de Pedro Sánchez, el cual debe haberle ocultado como, entre tanto postureo, no ha tenido el más mínimo problema en aceptar en Torremolinos el apoyo de la ex concejala de Vox. Pero claro, Torremolinos no es Madrid, ni Macron es Willy Brandt, así que el caso de los socialistas europeos al presidente francés dependerá de su conveniencia política.

Es evidente que las situaciones, mientras no se permita la intervención de los votantes, siempre puede empeorar. El caso de Melilla, donde se ha nombrado presidente al diputado del partido que menos votos ha obtenido para que no presida el más votado, es patético. Defender este resultado ante los ciudadanos no es más que expresar públicamente el fracaso de unas negociaciones. En caso de llegar a un acuerdo no tiene el mínimo sentido que no gobierne la opción más votada dentro del pacto, ya que representa a un mayor porcentaje de la población. Cualquier otra postura recuerda la vieja fórmula francesa del "Todo para el pueblo pero sin el pueblo", ya que considerar innecesario el apoyo popular es el principio básico del absolutismo.

Al menos, tras estos comicios, vislumbramos una gran oportunidad para Málaga. La continuidad del gobierno populista en Barcelona, gracias al apoyo de los socialistas y, sorprendentemente, de Ciudadanos, servirá para que continúe el ya imparable traslado de empresas e instituciones a nuestra provincia. La capacidad de una ciudad cosmopolita, cultural, mediterránea y bien comunicada ya no sólo la posee la ciudad condal, y nuestra provincia cuenta, además de todo ello, con un clima político alejado del independentismo, algo tan necesario para los que huyen de Cataluña. Y, aunque se renuncie a los hospitales, ojalá siga siendo nuestra hospitalidad la que atraiga al mundo.

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