¿Y después del campo qué?

Durante los últimos años, España se ha transformado en una gran potencia agrícola. Hoy es una de sus fortalezas

Durante los últimos años España se ha transformado en una gran potencia agrícola, siendo hoy una de sus principales fortalezas. ¿Cómo ha sido posible, en cuestión de unos pocos días de gobierno, poner también en peligro esta fuente básica de riqueza? Tras una campaña electoral lanzando soflamas a las zonas más despobladas, y queriendo de una forma excesivamente populistas ganarse el voto rural, los errores se suceden y, para más inri, ahora hay que demostrar si se quiere gobernar para el campo o contra él.

Las primeras declaraciones diciendo que las protestas de los agricultores venían de la derecha carca no tuvieron desperdicio. Después se trataron de matizar, pero el daño ya estaba hecho. Parece que, a partir de ahora, toda crítica o protesta por cualquier acción gubernamental será tachada de reaccionaria y proveniente de contrincantes malintencionados. Pero esa estrategia tan antigua no convence ya a nadie. Parece que estos asesores electorales de nuevo cuño que orientan al gobierno, y que ya ni siquiera provienen de los aparatos, no están muy al día sobre la necesidad de empatía con los ciudadanos.

Y el daño a la agricultura ya está hecho. Haber abordado la subida del salario mínimo interprofesional, sin medir las consecuencias que sobre cada sector pudiera tener, está siendo un desastre. Evidentemente al Estado no le supone el más mínimo problema, ya que no hay ningún salario funcionarial que necesite ser incrementado, pero para el resto de los sectores industriales, agrícolas o de servicios, está siendo demoledor. El problema es que los más de 200.000 parados en un solo mes no parece ser un revulsivo suficientemente grave para los que están obsesionados en no ver el problema generado, pero cualquier economista sabe que esto solo puede ir a peor. Si menos gente trabaja, menos impuestos se ingresan, esto incrementa la presión fiscal y también el endeudamiento. Y los que hoy nos aplauden desde Europa, por haber incrementado el salario, no tendrán el más mínimo escrúpulo en exigirnos el cumplimiento del déficit.

Y por último se está provocando el desabastecimiento progresivo de los mercados, al no recoger los productos del árbol. Este hecho beneficia, sin duda alguna, a nuestros países competidores que podrán mejorar sus ingresos, sin necesidad de tocar sus salarios. ¿Y todo esto no se piensa medir antes de seguir tomando decisiones tan desastrosas?

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