A los que amamos a Shakespeare, la posibilidad de tener en la actualidad municipal a un personaje como Juan Cassá nos llega como un regalo caído del cielo, en la medida en que demuestra que determinados arquetipos que fijó el Bardo respecto al poder político no sólo fueron acertados en su tiempo, sino que lo siguen siendo ahora. Cassá responde a este perfil de caballero gris, al que no se le conoce un mérito que pudiera haber resultado beneficioso para la ciudad y que, incluso habiendo sido apartado por todos, se las ingenia para garantizarse lo que más parece desear: un papel protagonista en esta función. No tenemos aquí a un villano al uso, a lo Ricardo III, sino a ese personaje que incluso desde la segunda fila acierta a mover las fichas adecuadas para que se le reconozca una cuota de poder con la que, de otra manera, ni siquiera soñaría. Cassá encaja más así con el Angelo de Medida por medida, o incluso con el Yago de Otelo, el consejero pertinaz e insistente que pregunta a todas horas qué hay de lo suyo. Es el tipo de personaje que también quiere ser califa en lugar del califa, pero que no parece tener prisa y va obteniendo pequeños logros para sorpresa del respetable. Sobre las razones que llevaron a De la Torre a hacer una convocatoria pública para la suscripción del acuerdo de estabilidad con Cassá, es evidente que el primer beneficiado es el susodicho, quien ha visto de alguna forma su honor repuesto con la liturgia desplegada, aquí está el hombre del momento: si alguien tiene aquí la sartén por el mango, es él. No le habría costado mucho al alcalde garantizarse esa misma estabilidad, por otra parte ya asegurada de antemano, sin semejante protocolo. Y, por lo demás, el pacto no tiene consecuencias políticas más allá de la proyección de Cassá no como aliado, sino como fundamento decisivo del gobierno local, lo que sí que arroja dudas más que razonables dada la trayectoria del político. El agravio que, por otra parte, le toca encajar a Noelia Losada, del todo inmerecido, también merecería un análisis y, ya que estamos, un histórico drama shakespeareano.

Conviene, eso sí, curarse de espanto. Cassá y De la Torre comparten un mismo modelo de ciudad, basado en el pelotazo inmobiliario y el crecimiento especulativo (contra el que sí se ha manifestado Losada, por ejemplo, en el caso del yacimiento arqueológico de la Plaza de la Merced), así que es normal que se den entre ambos este tipo de gestos que volverán a relucir, seguro, cuando acaben de estallar tormentas políticas como la que traerá la torre del Puerto. Cassá puede caer más o menos simpático, puede no tener carisma ni capacidad de decisión, pero si es lo suficientemente astuto como para salir a la palestra cuando más conveniente le resulte poco se puede decir al respecto. Otra cosa es que una ciudad como Málaga se merezca espectáculos de tal calibre y vea sometida su propia estabilidad a pactos armados con la única intención de servir de promoción personal a determinados agentes. Oigan, que igual Cassá dice algo un día que merezca la pena. Entonces, aplaudiremos todos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios