Los líos de Urbanismo

En ese búnker se mueven cada año cientos de millones de euros y trabajan, como en todos los sitios, buenos, malos y listos

Con más pena que gloria transcurre, hasta el momento, la comisión de investigación que analiza la actuación de la Gerencia de Urbanismo del Ayuntamiento de Málaga durante el periodo 2006-2016. El punto de mira se centra en conocer qué sucede con los expedientes que se tramitan por las infracciones, después de que el propio concejal admitiera hace ahora 16 meses que de los 15.000 abiertos, unos 10.000 se archivaron porque habían caducado o prescrito.

El edil no pudo precisar esos matices. Cuántos de esos expedientes se pudrieron, o se dejaron morir en el tiempo, hasta que la irregularidad cumplió los plazos legales y ya no son perseguibles. La razón es sencilla y parece que no escandaliza a nadie. La Gerencia de Urbanismo se trasladó en 2010 a un edificio que costó 36 millones de euros. Pero aún no está dotada de un sistema informático adecuado que le permita un seguimiento estadístico y pormenorizado de lo que sucede en su interior. Una patente de corso en el siglo XXI.

Nos hemos llevado las manos a la cabeza y la Fiscalía se ha desperezado porque dos técnicos de la Gerencia denunciaron injerencias políticas e insinuaron prevaricación para que un centenar de propietarios que se habían construido, en su mayoría ilegalmente, unas pérgolas en sus terrazas eludieran el castigo. Unas recomendaciones con claros tintes electorales.

Pero ése no es el problema de la Gerencia de Urbanismo, que algunos concejales del propio equipo de gobierno de Francisco de la Torre aseguran en privado que debería desaparecer y distribuir las competencias entre varias concejalías.

En ese búnker se mueven cada año cientos de millones de euros y entre sus cientos de trabajadores, como en todos los lugares, los hay buenos, malos y muy listos. Pero es un asunto tabú. Nadie se atreve a reconocer, fuera de la barra de los cafés, algunas prácticas que se dan como habituales y con las que se resignan a convivir. Los primeros, los arquitectos y los promotores, cuando les corresponde jugar el papel de víctimas. Lo mismo que una infracción prescribe y nadie se da cuenta, una licencia puede terminar en un cajón por tiempo indefinido hasta colmar la paciencia de los inversores y arruinar el negocio. Nadie se atreve a alterar el status quo.

Francisco de la Torre fue cocinero antes que fraile. Concejal de Urbanismo antes que alcalde. En su etapa, por ejemplo, se archivó una investigación por incompatibilidad a unos funcionarios que por la mañana trabajaban en el departamento de expropiaciones y por la tarde en un despacho de abogados que las recurrían. Hay líos en Urbanismo. Pero mucho más importantes de los que hasta ahora hemos conseguido contar.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios