Ha llegado la hora de la desconexión

Se requiere de la imaginación suficiente para no dejarse arrastrar por los países que anteponen sus intereses

La Cumbre del Clima de Glasgow ha finalizado prácticamente como empezó: con todos los países luchando por sus intereses personales por encima de sus consecuencias para la humanidad. Es triste decirlo pero pocos han mostrado una preocupación especial por el catastrófico futuro que después predicen y esto lleva a que la ciudadanía se plantee dos posibles escenarios: o la situación no es tan grave y están jugando con la sensibilidad ecologista de cada uno de nosotros, o lo es y tenemos al frente a unos irresponsables que ponen la economía por encima de cualquier otra cosa.

El comienzo de la Cumbre, con la llegada de cientos de aviones privados con los responsables del Clima, resultó bochornoso y profético. Debe ser muy cómodo aterrizar en un jet privado cuando el combustible lo pagan otros y nos contamina a todos, pero seguramente sería diferente si cada uno se costeara y sufriera sus consecuencias. Los países que más han presionado durante la Cumbre han sido Francia y Alemania. La primera tratando de convencernos de lo verde que es la energía nuclear, porque no expulsa CO2, y la segunda con la misma retahíla pero para el gas natural. Desde el punto de vista científico pueden ser razonamientos correctos, pero también lo son la peligrosidad eterna de sus residuos para las nucleares y la escasez de recursos para las gasísticas. Finalmente ha sido India la que ha destrozado el acuerdo, evitando el fin del uso del carbón para seguir explotándolo en el país que, en breves meses, será el más poblado del mundo.

A España este encuentro le pilló con el pie cambiado. En plena crisis energética, buscando gas por los rincones, y sin saber como frenar la imparable subida de la electricidad, tomar decisiones es harto complicado. Como bien decía Ignacio de Loyola: "En tiempos de desolación no hacer mudanzas", y ahora nuestro país vive una desolación energética importante. Por tanto, se requiere de la imaginación suficiente para no dejarse arrastrar por los países que anteponen sus intereses por delante del resto del mundo. Si hemos optado por las renovables y, gracias a ello, las extensiones de zonas verdes y parques nacionales se incrementan año tras año, sigamos ese camino. Y si el destino prioritario de los fondos europeos es la consolidación de una sociedad climáticamente sostenible y su desconexión con las fuentes contaminantes del pasado, no dudemos en lograrlo.

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