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Hoy, una vez consumada la felonía, la Factoría Moncloa nos ofrece una función de empalagoso e hipócrita amor cristiano. Su actor principal, el divo, interpreta a una especie de Teresa de Calcuta que clama: “El perdón es más poderoso que el rencor”. El público se revuelve. Hay algo que no cuela. Saben que lo verdaderamente poderoso no es el perdón, lo realmente poderoso son ¡los siete votos de Puigdemont! ¡No es Teresa, es Judas!
Ni la victoria del Madrid, ganando la décimoquinta Copa de Europa, o sea, la Champions League, puede paliar el triste dolor de lo presenciado en el llamado Parlamento español: Aquéllos enemigos declarados de España, los que ya atentaron contra su integridad, celebrando el triunfo de que el Estado español se ponga de rodillas ante ellos y les pida perdón, habiendo sido ellos los delincuente y traidores a la Patria, a España; mientras, los felones socialistas les aplauden y se felicitan por haber votado la amnistía. Vienen a mi mente aquellos versos de Quevedo: “Miré los muros de la patria mía, / si un tiempo fuertes, ya desmoronados, / … / vencida de la edad sentí mi espada, / y no hallé cosa en que poner los ojos / que no fuese recuerdo de la muerte”. Y le añadí estos pobres versos míos llenos de congoja: No por la edad ni por el tiempo vencidos, / sino por traidores hijos socavados / y por alevoso felón vendidos.
¡Qué triste imagen la de todos los diputados del PSOE aplaudiendo la celebración de la victoria de los independentistas, alcanzada tan ignominiosamente como la compra de la investidura de Sánchez por el despreciable precio de siete votos. ¿Dónde están sus sentimientos patrióticos como españoles? ¿Dónde está su hombría y su honor? ¿Con qué cara y actitud podrán mirar al resto de los que nos sentimos españoles y llevamos a España en el corazón? A España se la lleva dentro independientemente de la ideología política que se tenga. Se sea de izquierdas, de derechas, de centro o del décimo izquierda del número 5, de la Quinta Avenida del Bollullo del Condado.
¿Y ahora qué? Ahora a esperar. Primero que esos siete votos sean utilizados para desbancar a Illa de la Generalitat. Lo desbancará. Puigdemont lo ha dejado claro: O yo de president o Sánchez a la puta calle. Está claro, el que se queda en la puta calle es Illa. Segundo, esos siete votos de Juntos, revueltos con los siete de Ezquerra, a cambio del referéndum de autodeterminación. Sánchez no se lo va a pensar. Tiene a Conde Poumpido en sus manos y, por tanto al Tribunal Constitucional a sus órdenes. Los independentistas tendrán, no solo el poder en Cataluña, sino el referéndum de separación (porque con el poder se amaña a la sociedad) en la mano. Y, aunque en Cataluña haya una mayoría de catalanes que se sienten españoles y sean españoles de corazón, serán pasados por el rodillo de los independentistas y condenados a tener que huir de su tierra. Mientras los socialistas que les apoyan y baten palmas, se justifican en que están consiguiendo que triunfe la convivencia. ¿La convivencia de quién y con quién? Porque a los españoles que no aplaudimos a los independentistas, los socialistas nos han puesto un muro mientras derriban los de Quevedo.
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