Algo ha aprendido Francisco de la Torre después de casi cinco mandatos y a la espera de si revalida un sexto el domingo: nunca digas no. Desde luego los periodistas se cuidarán ya de preguntarle que si de conseguir conservar el bastón de mando lo cederá en 2023 para dedicarse a explorar la Axarquía. Creo que después de fulminar a todos sus posibles delfines, reales o imaginados por él, desde que el candidato del PP heredó el poder en 2000, los medios de comunicación deberían guardarse de explorar más ese territorio de los futuribles y evitar ser cómplices de más asesinatos políticos en serie.

De momento, De la Torre en su retahíla de promesas múltiples ha dado una fecha orientativa. Quiere que el Ayuntamiento de Málaga sea neutro en emisiones en 2030. Así que ya tenemos una fecha orientativa de su retirada. Porque para anular los cánticos de las especulaciones, cuando Sebastián Sánchez le preguntó por qué Elías Bendodo había dicho que el sucesor de Paco de la Torre es Paco de la Torre, el interpelado expresó que es más difícil que sienta fuerzas para seguir dentro de otros cuatro años, “aunque nunca se sabe”. Lo que sí conoce, porque hay que leer sus silencios en sus declaraciones, es que no las tiene ya todas consigo en su victoria. El alcalde ya sólo confía en que la derecha sume más que la izquierda.

Si hay vasos comunicantes en la política, la euforia desatada en el PSOE debe minar la moral de su principal adversario. Daniel Pérez, el candidato socialista, que para defenderse de la acusación de falta de experiencia alega que tiene dos años más que el líder del PP, Pablo Casado, parece que también le ha gustado su estrategia. No duda en tachar de extrema izquierda a Adelante Málaga, la coalición de IUy Podemos, y Málaga Ahora. De la Torre, más sibilino, dice que hay cuestiones de ciudad que se pueden pactar con la “izquierda más separada del centro”. De la Torre aplica hasta el final su nunca digas no.