L A explicación que ayer hizo Podemos sobre la supuesta propuesta de "mediación" que Iglesias pidió al Rey está a la altura de la del "finiquito en diferido" de Cospedal. Y solo superada por la dificultad de su portavoz, Yolanda Díaz, en contestar a la pregunta de si en las conversaciones mantenidas se llegó a negociar algo de un programa de gobierno. O sí, o no, y luego todos entenderemos que los pormenores de la negociación queden ocultos por el velo de la discreción. Pero como la discreción está reñida con los minutos delante de la cámara en una rueda de prensa, al final la portavoz acabó declarando que se habló de algunos aspectos programáticos, pero que ella "cree que no habido negociación". Que cuando alguien quiere negociar, uno se da cuenta. Quizás Albert Rivera haya reflexionado sobre esto y por eso haya lanzado su propuesta de abstención conjunta con el PP. Vaya a ser que le echen la culpa de la repetición de las elecciones, cuando él sí que saber negociar. Veinticuatro horas no, "treinta segundos" le bastan para ponerse de acuerdo con Sánchez. Solo tiene que romper el pacto de gobierno en Navarra (luego, que explique que no es capaz de cualquier cosa por el sillón), aplicar el 155 en Cataluña si Torra "llama al desacato" (nada especifica sobre qué pasa si queda en una charlotada más sin mayor consecuencia que el desgaste de los independentistas) y abandonar las "políticas económicas suicidas" (se supone que para aplicar las suyas). Y esto en 30 segundos, menos de lo que tarda un gallo en "violar" a un gallina. Después de negarse a reunirse con Sánchez varias veces, hay que dar la razón a Yolanda Díaz: si alguien quiere negociar, uno (o varios) se dan cuenta. A esta velocidad, a la contestación de Sánchez diciéndole que ya cumple sus exigencias le han sobrado 109 segundos. Si la proposición de la derecha no viene acompañada de la negociación contrarreloj de una gran coalición que no haga irreconocible el programa del PSOE, a los 30 segundos le sobrarán 29 para tumbar cualquier propuesta de Presupuestos Generales de un gobierno cuyos apoyos solo tienen en común la desgana con la que se conceden. Todo un panorama a unos días de que la convocatoria de elecciones sea inevitable y a 30 segundos para demostrar la incapacidad de unos dirigentes políticos para ponerse de acuerdo cuando creen que las cosas les podrían ir mejor. O temen que aún empeoren más.

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