El timo de la estampita

Como le digo, vecino, hasta para falsificar hay que tener arte. O mejor aún, no tenerlo

Como le digo, vecino, hasta para falsificar hay que tener arte. O mejor aún, no tenerlo. Y si no, fíjese en el caso de la falsificación del visado de un proyecto de la señora Monasterio. El Tribunal Superior de Justicia de Madrid acaba de inadmitir a trámite la querella de la Fiscalía por falsedad documental. En su opinión, que ahora es la de la Fiscalía, la falsificación era tan burda que "es difícil comprender … qué pretensión pudo albergar quien llevase a cabo esta operación" que "no podía generar apariencia alguna de autenticidad". Porque el deber de un falsificador es falsificar bien, y si no sabe, que vaya a la escuela y aprenda falsificando estampitas.

Y digo yo que sería burda, pero que coló. Y que una vez colada, tampoco se presentó en el Ayuntamiento con un matasuegras para pitorrearse de todos los funcionarios engañados, ni pidió su despido inmediato en un gesto reivindicativo de la eficiencia de la empresa privada frente al estado totalitario. O sea, que lo que realmente quería, y sus señorías no parece que se hayan enterado, era su licencia saltándose el trámite del visado colegial. Claro que a la vista del fallo judicial (entiéndalo en la doble acepción del término), el que se lo va a salta a partir de ahora con la misma elegancia que su paisano Javier Sotomayor voy a ser yo. Para ello me basta con falsificar el del Colegio de Aparejadores (al que además no pertenezco) con un sello de patata, garantía absoluta de absolución en el caso de que me pillen, en cuyo caso abonaré las tasas con billetes de 30 euros. Un formato que me exonera del delito de falsificación de moneda, aunque me quede la duda de si la fotocopia puede ser en color o tiene que ser en blanco y negro. En cualquier caso, siempre podré endosar un cheque con la firma del Tío Gilito y la letra cambiada.

Lo que le vengo diciendo: que cada vez pienso más en cambiar de profesión, aunque ya no, de país. Y es que el tribunal me ha abierto los ojos. A la vuelta del verano, con el regreso de los jubilados a los viajes del IMSERSO a Benidorm, voy a dedicarme a engañarles con el timo de la estampita. Lo burdo de la falsificación de los billetes elimina cualquier calificación penal. El único riesgo es toparme con un mafioso de esos que intentan pasar desapercibidos entre hordas de gambas a la plancha con sandalias y calcetines. A ese no creo que le convenza el argumento del Tribunal Superior de Justicia.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios