La vieja bauhaus de Vox

Cuando propone volver a los estilos regionales debemos preguntarnos qué cultura pretende imponernos

Un factor a tener en cuenta al comprar un coche es su consumo. También pesan otros, pero el ahorro en combustible no es tema menor y todos celebramos que hoy gasten menos que hace 30 años. Igual con los frigoríficos. Y en su elección en un mundo global, hacemos pocas diferencias entre que sean japoneses o europeos. Se trata de un asunto de economía doméstica, pero también de respeto medioambiental.

La Nueva Bauhaus Europea es eso: un ideal de arquitectura eficiente, respetuosa con el medioambiente, alta calidad urbanística, accesible e inclusiva. Un ideal que, como siempre ha ocurrido en la historia, terminará encontrando la forma de representar a la sociedad que lo crea. Como ocurrió cuando el Gótico sucedió al Románico en una sociedad que ya era otra. Y no lo hizo de manera idéntica en toda Europa, porque, dentro de una respuesta común nunca deja de existir una adaptación a las condiciones específicas del lugar. Igual que pasa con cualquier obra arquitectónica respetuosa con el ideal de la Nueva Bauhaus, cuyo respeto por el medioambiente y búsqueda de una calidad que supere el mero beneficio especulativo demanda su adecuación a las condiciones del lugar donde se implanta. Pues con todo esto, Vox concluye sus propuestas para favorecer el acceso a la vivienda con el rechazo de este ideal de “burócratas de Bruselas”. Que tendrán que explicar qué relación tiene con el problema de miles de españoles para acceder a una digna.

En 1931, la Bauhous de Dessau cerró después de que los nazis se hicieran con el control de la región. Trasladada a Berlín, en 1933 la Gestapo la cerró definitivamente. La acusaba de “bolchevismo cultural”. Aunque la mayoría de sus profesores no emigraron a la URSS, sino hacia Estados Unidos. Hoy, en cualquier despacho profesional, nos sentarnos en la silla Wassily, recordamos la Olivetti Studio 42 de nuestros padres y caemos en la cuenta de que muchos de los muebles de IKEA que visten nuestras casas son copias o herederos de los sus diseños. En los 40, el arquitecto Gutierrez Soto proyectó dos fachadas, el actual pastiche herreriano y una neoclásica de claros referencias hitlerianas, para la planta racionalista del Ministerio de Aire. La elección final fue del ministro nazi Albert Speer. Cuando Vox propone volver a los estilos regionales como oposición frontal a unas nuevas formas a las que nadie obliga, debemos preguntarnos qué cultura pretende imponernos.

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