Semana Santa

Lágrimas y Favores no miró al cielo, espejo azul, este Domingo de Ramos en Málaga

La iglesia de San Juan, repleta, de hombres de trono y devotos de María Santísima de Lágrimas y Favores.

La iglesia de San Juan, repleta, de hombres de trono y devotos de María Santísima de Lágrimas y Favores. / Ana Jiménez

Algunos prácticamente lo tenían claro antes de llegar a San Juan. Otros rehúsaban creerlo hasta que la noticia no se oficializara. Y él, Antonio Banderas, realmente solo él sabría lo que estaba pensando cuando se acercó, ya vestido con su túnica, a la Virgen de Lágrimas y Favores. En el exterior, las nubes encapotaban el cielo convirtiendo en algo muy lejano a la esperanza de poder salir y hacer el recorrido previsto. 

Cuando la confirmación de que las puertas del templo se quedarían cerradas con la Niña de San Juan en su interior, el olor a incienso se convirtió en un sueño, el susurro de otros Domingos de Ramos deambulaba por la iglesia en las miradas de los hombres de trono y las estampitas se guardaban con fuerza en un puño cerrado por la frustración. Las primeras lágrimas, abrazos y consuelos entre los varales se cernían sobre todos los presentes sin excepción, pero lejos de quedarse sin ese momento que solo se vive en el corazón de los primeros Fusionados de la Semana Santa, Lágrimas de San Juan comenzó a sonar con fuerza. 

El mar verde y crema que crea su propio oleaje frente a la Virgen gracias a la postura de los hombres de trono con los brazos sobre los hombros cuando entonan su himno antes de cada salida consiguió hacer que, por unos segundos, ese "miramos al cielo, un espejo azul, Domingo de Ramos" que reza su canción se convirtiese en realidad. La emoción se trasladó a los hombros de los hombres de trono, que pudieron llevar a María Santísima de Lágrimas y Favores durante un par de marchas y algunos toques de campana como pequeño momento de descanso para el corazón. 

Como si se tratase de una visión fugaz, las túnicas ya reposaban en los varales como lo hacen en el encierro, pero no puede encerrarse lo que no ha salido, como tampoco puede negarse que el significado de devoción no puede conocerse sin vivir en primera persona ese momento.

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