Semana Santa

Del asfalto al cielo en ocho procesiones

PUES sí: la Málaga laica, ilustrada y afrancesada celebró ayer la primera gran jornada de la Semana Santa de 2009 como se esperaba, con todos los bares llenos. Aunque no faltaron nubes para el frotar de las manos de los agoreros, el Domingo de Ramos transcurrió radiante y el esperado ambiente familiar, con palmas y ramas de olivo por doquier y muchos niños tocando el tambor, aconteció en un día festivo de primaveral disposición y temperatura. Aunque ya se haya contado mil veces, resulta antropológicamente enigmática la manera en que un ritual tan contrario a cualquier atisbo de cambio, inmóvil e incrustado en lo suyo frente al devenir de los siglos, se revela singularmente distinto cada vez que decide tomar las calles. Será porque la Pasión es como el río de Heráclito, o porque, al fin y al cabo, está hecha de personas, desde Antonio Banderas y Carmen Thyssen hasta el esforzado vendedor de almendras que arrastraba ayer su pequeño puesto por Puerta del Mar, y las personas, aunque algunos pesimistas defiendan lo contrario, no son las mismas de un año para otro.

Así que la Pollinica, por más que la estampa de la Tribuna de los Pobres se pareciera tanto a la del año pasado, resultó nueva en un domingo lleno de cochecitos de bebé por todas partes, con las palmas y ramas bendecidas en las respectivas parroquias, con familias en los más diversos formatos equipadas de estreno o de faena, con las primeras cañas servidas en las barras cuando María Santísima del Amparo todavía no había acabado de llegar al pasillo de Santa Isabel, con las tribunas de la Alameda ya visiblemente ocupadas al paso del Huerto (si bien muchos parecieron haber tenido bastante con la refriega matutina), con aromas que mezclaban perfumes, tabaco y azahar en el Compás de la Victoria (uno imaginaba una barbería andalusí con cierta melancolía), con declaraciones de amor y seguidos besos en el mismísimo Puente de Tetuán al paso de los tronos, con las gitanas empeñadas en que sus ramas de olivo salían más baratas y más buenas que las que repartían en la Catedral, con el Molinillo a dos manos entre la Salutación y el Prendimiento, con la Trinidad conquistada por cuatro mocosos que jugaban al fútbol casi desnudos con una lata mientras la Salud salía de San Pablo, hay sitio para todos. Lo de siempre, dirán algunos. Pero no, para nada. Este año, además, el cronista tiene motivos para verlo todo con otros ojos: mi hija Irene se paseó ayer por su primer Domingo de Ramos, palma de filigrana en mano más su correspondiente estreno, y, lo juro por Peter O'Toole, cuando vio a la Pollinica en calle Larios extendió sus brazos y se puso a aplaudir. No sé si resultará saludable, de entrada, tanta entrega. Pero aquí a su servidor tuvieron que recogerlo hecho pedazos y sin saliva en la boca.

reales celebridades

Claro, a eso de las 11:30 el entorno de calle San Juan estaba hasta los topes de incondicionales del famoseo, especialmente pródigo este año. Dentro de la iglesia, para alumbrar la procesión de Lágrimas y Favores, esperaba el momento de la salida Carmen Thyssen con la familia, Borja Thyssen y Blanca Cuesta, que se mostraron receptivos en clara competencia con la Dolorosa con el millar largo de cámaras y teléfonos móviles que ardieron por atrapar el instante. Completaba la estampa junto a su Melanie Griffith Antonio Banderas, esta vez como devoto mayordomo, en una composición que se viene repitiendo en la ciudad como fiesta de guardar desde cierta recepción celebrada el pasado martes en el Ayuntamiento. En fin, que la iconografía oficial de notables malagueños tuvo su momento de pose y esplendor, todo sea por un museo o una película con Woody Allen. Aunque, qué quieren que les diga, a la misma hora, en la redacción de Málaga Hoy, Antonio de Canillas, ser excepcionalmente amable y cercano, se asomaba a la ventana y le plantaba una saeta a calle Martínez que mereció un amplio reportaje fotográfico por parte de un grupo de turistas alemanes. Ahí hay que rendirse. Que héroes los hubo ayer, y muchos. Ya por la tarde, en el pasaje de la Abadía de Santa Ana, donde una familia parecía celebrar una Primera Comunión a la italiana, una yoli larguirucha, muy delgada, de camiseta con mensaje obsceno en inglés (¿conocería la presunta las traducciones posibles que admite la expresión Buzz with me?) y doloroso piercing en el ombligo se zampó, que yo lo vi, en cosa de cinco minutos, una bolsa de gusanitos, otra de pipas, otra chuchería alargada y zafia cuyo naturaleza desconozco, otra bolsa de quicos y un bote de medio litro de nestea hasta el fondo. Así se reponen fuerzas.

Es condición de la Semana Santa: en la foto sale todo el mundo. Si Andy Warhol dijo aquello de los quince minutos de fama que todo hijo de vecino merece, lo hizo en referencia a la Pasión malacitana. Cuando se disponía a entrar en la Alameda, un nazareno del Huerto caminaba acompañado codo con codo por un rocker de dos por tres, patillas de astronauta, colorao al cuello y las muñecas para devaluar el precio del oro en todo el Mediterráneo, pantalones ceñidos y gafas oscuras. Un incondicional de los Stray Cats. El calzado bajo la túnica revelaba que el nazareno era una muchachita. Menudo guardaespaldas que se había buscado. Hasta parecía retar a los zagales que se le acercaban a pedir cera para sus bolas. ¿Un hermano mayor? Las calles son peligrosas. Por si acaso, y para la protección de todos, la Legión ya ha instalado su guardia en Santo Domingo. Mientras arreglan lo de Afganistán, los del Cristo de Mena cumplirán la custodia y ya pueden llover meteoritos.

el 'underground'

Después de ver salir al Dulce Nombre de Capuchinos, merecía la pena dejarse caer por el centro, cuando quienes habían acudido a ver la Pollinica ya se habían disuelto y Lágrimas y Favores salía del recorrido oficial. Hasta las siguientes aglomeraciones, el caminante disponía de tiempo para callejear a gusto por rincones redescubiertos, calle Mártires, el callejón de Santa Catalina (¿cuántas historias dormirán en la minúscula calle Cadete, con sus ventanas y puertas tapiadas?), y verse obligado a sacudirse el apestoso olor a orina. Es lo que tiene el underground malagueño: no descansa ni en Semana Santa. Mientras la Humildad bajaba desde el Jardín de los Monos, un yonqui de pésima catadura comprobaba que ningún municipal le seguía la pista y se metía en el antiguo cine Victoria (primer picadero de la ciudad por méritos propios; ¿es que los presupuestos no pueden asumir un miserable candado?) por la puerta abierta a la espalda de la Plaza de la Merced. En los jardines del Museo Picasso, en calle Alcazabilla, un perroflauta canónico pretendía hacer comprender a su compañera que el litro que acababan de abrir, a las 17:30, estaba "insípido". Ella, probablemente una guiri ya muy harta, asentía. Del asfalto al cielo. Aunque haya nubes.

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