Resultado y crónica del Unicaja-Casademont Zaragoza

Festival necesario (112-72)

  • El Unicaja remonta un mal inicio para acabar arrasando al Casademont Zaragoza y coger moral

Nzosa penetra hacia el  aro.

Nzosa penetra hacia el aro. / Marilú Báez

Se marchó 2021, el año más negro deportivamente para el Unicaja en décadas, y 2022 trajo una refrescante victoria ante el Casademont Zaragoza (112-72), con el extra de un buen botín de puntos a favor para husmear las últimas opciones que pueden quedar de ir a la Copa del Rey. El equipo de Katsikaris creció desde la versión mortecina que comenzó el partido, que conectaba con el descalabro de El Pireo, la última puesta en escena, hasta un óptimo nivel para demoler a un rival que en sus dos últimos partidos había ganado con solvencia en Andorra y había pasado por encima del Baskonia. Tenía un par de bajas por el Covid y entrenó poco por la incertidumbre y los protocolos. No fue su mejor día, pero el Unicaja cumplió su parte del trato con buena nota para ganar de manera sobrada y el triunfo tiene valor porque corta, aunque sólo sea con un punto que hay que transformar en línea, una deriva peligrosa. Mejoró el nivel defensivo con el paso de los minutos y ello le permitió al Unicaja correr y generar canastas fáciles. En el juego roto es cuando se observa la mejor versión de este equipo, cuando se potencian las cualidades de sus jugadores exteriores, los que más pesan ofensivamente. Cuando hay que ejecutar y jugar por instinto más que elaborar. Pero para ello tuvo que hacer un trabajo previo, que se hizo.

Fue un partido reivindicativo para varios jugadores que necesitaban sentirse importantes, con cinco hombres por encima de los 12 puntos de anotación y un alto número de asistencias que indican que se compartió mejor la bola con esa ventaja generada. Con el 12-18 que marcaba el partido acabando el primer cuarto y con el tiempo pedido por Katsikaris tras varias pérdidas inexplicables no se vislumbraba lo que fue el partido más tarde. En el segundo cuarto el Unicaja agarró por la solapa el partido y metió tierra de por medio, con una buena renta al descanso (48-38). Tenía varios focos de anotación abiertos que el Casademont Zaragoza no podía colapsar. Y en esos niveles de acierto el Unicaja sí es un equipo peligroso. Sucede que esas condiciones de partido hay que trabajarlas previamente y no siempre lo consigue el equipo de Katsikaris, que rotó en profundidad a su plantilla para recuperar la moral de la tropa, que necesitaba un chute de autoestima. No hay nada peor que un grupo de buenos jugadores que empieza a sentirse peor de lo que es porque salir de ese socavón mental es duro.

Como ejemplo de ese paso adelante, Jonathan Barreiro, que recuperó la sonrisa ante su anterior equipo, en el que durante varias temporadas progresó para convertirse en un jugador codiciado. Desenvolviéndose como cuatro, no como tres. Es ahí donde rompió en las últimas temporadas en la vera de El Pilar y ahí donde deberá tender a jugar. Con alguna incursión como alero en momentos concretos según las estructuras de quintetos rivales. Pero sus cualidades, en el baloncesto moderno, le llevan más a subir el puesto. Como él, un Bouteille completo, aportando en varias facetas, mejores minutos de Nzosa, bien Jaime en la distribución y creación, buen arranque de Cole y Eric para mantener al equipo, alternancia de cal y arena de Brizuela...

En la segunda mitad, la progresiva confianza que generaba el Unicaja se fue retroalimentando. Motivaba ver a Francis Alonso tirarse por el suelo para recuperar un balón y asistir a Jaime con 35 puntos arriba. Es la base sobre la que debe crecer el equipo. Ser más duro, lo fue mucho más que el Casademont Zaragoza, es el camino. Es un buen punto de apoyo para crecer.

En suma, un festín necesario para el equipo, que también tiene sus réditos en esa tenue luz copera que aún hay. El partido también valió para homenajear a Adam Waczynski, muy querido en Málaga y que regresó tras cinco años vistiendo de verde. Tanto en el preámbulo como durante y en el epílogo recibió el cariño de público, club y compañeros. La maldición del ex esta vez no fue tal y sólo metió cinco puntos, no hizo sangre en su regreso.

El domingo, ante el Valencia, mucho más nivel teórico de exigencia para demostrar que no fue una ilusión.

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