Celebrado por sus ingeniosas novelas históricas o por sus lúcidos y heterodoxos ensayos sobre los mitos de la Antigüedad, Robert Graves fue además un poeta excepcional -véase la antología de Antonio Rivero en Pre-Textos (2005)- y un extraordinario memorialista, como demuestra la temprana autobiografía -Adiós a todo eso (1929)- donde consignó, entre otras, sus vivencias durante la Gran Guerra. Menos conocida es su dedicación a la narrativa breve, pese a que el autor escribió medio centenar de relatos que no fueron recopilados en su integridad sino póstumamente, en un volumen -Complete Short Stories (1995)- preparado por Lucía Graves para conmemorar el centenario del nacimiento de su padre. Buena parte de ellos ya había sido publicada entre nosotros, como muchas de las obras de Graves, por Edhasa, en una antología de 1989 que reproducía los Collected Short Stories (1964) y agrupaba los relatos, traducidos por la hija, de acuerdo con los escenarios: ingleses, romanos (de la Roma antigua) o mallorquines. Ordenada cronológicamente, la edición de RBA presenta por primera vez la colección completa, en las versiones ya conocidas de Lucía Graves a las que se han sumado otras, de Ana Mata Buil, para los textos que permanecían inéditos.

"La ficción pura está más allá del alcance de mi imaginación", afirmaba Robert Graves, para justificar el trasfondo real de unos relatos que remiten, en efecto, a experiencias personales o transmitidas por familiares y amigos, como certifica su editora. Por esta razón y hasta cierto punto, los cuentos de Graves vienen a ser un complemento o continuación -en ellos se reflejan los largos años que residió en Palma o Deià- de sus memorias, aunque su valor literario no se agota en el testimonio autobiográfico. Escritas la mayoría en la década de los 50, estas páginas muestran el vigor, la versatilidad y el talento verbal de un escritor que se movía con igual brillantez en los terrenos de la erudición, el verso o la prosa narrativa.