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Carpena blanquiazul

  • El Palacio congregó a cerca de 4.000 aficionados que siguieron el partido por una pantalla gigante · Los goles del Alavés, momentos cumbres de la tarde

Aunque acostumbrado a vestir de verde, el Palacio de los Deportes Martín Carpena se quedó ayer con un sabor de boca blanquiazul. Y es que tras haber acogido a unas 4.000 personas que dejaron sus almas en las gradas con el empate del Málaga, no le quedaba otro remedio que contagiarse por un día del sentimiento malaguista.

Abuelos, padres y nietos. Tres generaciones reunidas en la pista del pabellón capitalino para escribir una nueva página en la historia del Málaga CF. Tres formas distintas de vivir una tarde de fútbol que, en todos, los casos acabó con sabor agridulce.

En la grada del fondo, hacia la mitad, podía verse a un aficionado de tan sólo 4 años, un niño que vivió el partido de principio a fin sin dejar de animar a los suyos (a veces olvidando que ellos no le oían) y exigiendo al árbitro una tarjeta amarilla en cada jugada dudosa que había sobre el terreno del Escribano Castilla. Junto a él estaba su padre, quien no pudo centrarse al cien por cien en el encuentro del Málaga por tener que preocuparse de ejercer las labores de progenitor (dar la merienda a los suyos o llevarlos al baño, entre otras). Cuando sus descendientes le dejaban, este hombre -de unos 45 años- se confundía con la algarabía general existente en el pabellón y se dejaba llevar por la emoción y la tensión acumuladas bajo el techo del Carpena.

Tras ellos, un hombre de unos 70 años escuchaba la radio mientras observaba concentrado la pantalla de televisión desde la que se retransmitía el partido. Su forma de hacer frente al encuentro distaba totalmente de las observadas en las dos personas sentadas delante de él. Callado, tranquilo y negando o afirmando con la cabeza (según la jugada) pasó toda la tarde este veterano malagueño, a quien sólo el segundo y, más tarde, el tercer gol del Alavés sacó de su asiento y le hizo estallar con el resto del público.

La tarde en el Carpena se vivió, al fin y al cabo, como en el resto del país: como una tarde de locos. Las intentonas del Málaga de marcar en Motril alentaban a los espectadores del Palacio a seguir animando a los hombres de Muñiz, en algunos casos hasta con bombos incluidos. El gol del Castellón y el empate que consiguió el Alavés ante la Real, este último sumado al tanto anulado del Málaga, protagonizaron uno de los momentos más álgidos de la tarde.

Los malaguistas querían la victoria de su equipo y los cánticos escuchados en el Carpena lo ponían de manifiesto. Pero el Palacio, que ya por aquel entonces parecía el campo de Martiricos, se vino arriba con la derrota de los principales rivales del Málaga y, aunque en un principio el resultado no convenció a la afición, todos acabaron pensando que lo mejor llegará el próximo domingo en su estadio, La Rosaleda.

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