La Carretera de Cádiz –el distrito más densamente poblado de la ciudad de Málaga– es una amalgama de 44 barrios con grandes contrastes. Sobre todo a partir de la profunda transformación que ha supuesto el nuevo paseo marítimo, el emplazamiento de la Diputación y la apertura de los museos Ruso y del Automóvil. A un lado están las barriadas más humildes, que se distinguen por sus bloques interminables, como San Andrés, El Torcal o La Luz. Al otro, pegando a la playa, se ubican pisos de nueva construcción que cuestan más de 400.000 euros.
La zona sigue siendo el granero del PSOE. Aunque según los resultados de las pasadas elecciones generales, no es ajena a la fragmentación del voto y a la irrupción de Vox. El distrito tiene 117.000 y una densidad de casi 21.000 habitantes por kilómetro cuadrado.
Aurelio López lleva más de 50 años viviendo en La Luz. Al fresquito de una sombra en la Plaza Valderrama, ubicada entre este barrio y Bonaire, pide “más limpieza”. Los amigos que le rodean se quejan de que el centro está muy cuidado, pero los barrios no tanto. La limpieza es una reivindicación recurrente de los vecinos de cara a estas comicios municipales. Aunque Ángel, un trabajador de Limasa que barre en Las Delicias, defiende el trabajo de este colectivo: “El problema no es tanto de los que limpian, sino de los que ensucian”.
En el Centro Ciudadano Tres Cruces –entre Dos Hermanas y San Andrés–, cuatro jubilados, amigos de la infancia juegan una partida de dominó. Son Antonio, Juan, Pepe y Alfredo. Se alegran de que estén arreglando la calle Gaucín. “Está bien que cambien cuatro losas, pero que lo hagan siempre, no sólo por elecciones”, reclaman.
Muy cerca de allí, en la cafetería La Plaza, en la calle principal de San Andrés, Yolanda de los Dolores pone sobre la mesa otro problema de muchos de estos barrios: el desempleo. “Con 47 años ya no me llaman de ningún sitio. No tengo trabajo ni ayuda y hay que pagar la hipoteca. El único apoyo es el de mi madre”, afirma. Su hermano tiene 35 años y lleva “sellando, sellando y sellando” en la oficina de empleo y sin salir del paro. Por eso ella pide a los políticos “trabajo, trabajo, trabajo y trabajo”.
En el Centro de Servicios Comunitarios del Distrito Carretera de Cádiz, Dolores Jaramilla, vecina de Ardira, que asiste a un taller de cuidadores, también pide empleo. “Hace falta trabajo para la juventud”, opina. Junto a ella está María Lamas, de Avenida Moliére, que además reclama limpieza.
En la cafetería Buena Vista, de La Luz dos amigas desayunan churros. No quieren decir sus nombres, pero exigen a los políticos “que prometan menos y hagan más”. La más crítica incluso reprueba que el PP reprochara al PSOE llevar muchos años en la Junta, “cuando aquí, el alcalde también lleva mucho tiempo...”
Dolores Pérez es copropietaria de la panadería Christian, de la calle Gaucín. Muchos negocios del entorno han cambiado –como el bingo El Torcal, que ahora es una gran tienda china– pero ellos siguen abriendo ininterrumpidamente desde 1984. “La zona ha cambiado y para bien, aunque siempre se puede mejorar. Sufrimos la obra del Metro, pero ahora hay un medio de transporte cómodo para ir a Teatinos”, sostiene. Es otro de los cambios del distrito: el suburbano, cuyas ventajas aumentarán cuando llegue al centro.
María Jesús, cartera en Parque Mediterráneo, afirma que es una buena zona, pero cree que la parte entre la carretera y el boulevar donde discurre el tren está descuidada. En la asociación de vecinos de esta barriada, un puñado de mujeres hacen pilates. Esperanza Calzada y Dolores Moreno coinciden:“Vivimos en una zona privilegiada. Tenemos negocios, Metro, bares, restaurantes y playita a cinco minutos”. El presidente de la Asociación Cívilis, Antonio Fuentes, reclama “más limpieza, más cuidado de las zonas verdes y más capacidad de decisión a través de los distritos a la hora de priorizar las actuaciones en los barrios”. A la zona le faltan precisamente zonas verdes, sobre todo, a las barriadas más masificadas ubicadas a la derecha de la carretera. Esa parte ha mejorado con el soterramiento del ferrocarril, pero sus habitantes creen que debe hacerse mucho más.
Una de las señas de identidad del distrito es el mercado de Huelin. El vicepresidente de sus comerciantes, Francisco Berlanga, se queja de que la falta de aparcamiento y la autorización de supermercados en el entorno perjudica las ventas. Por eso reivindica que se construya un nuevo mercado en los cercanos terrenos de Repsol, con un buen parking y el mercadillo aledaño.
Otra característica de su paisaje son los chiringuitos que jalonan el litoral. Antonio Soler es propietario de El espigón, llegando a Sacaba. “La transformación del paseo marítimo ha sido superpositiva”, dice. Hace un par de décadas, allí sólo había escombros. Hoy, en esa franja del litoral hay pisos carísimos en primera línea de playa y muchos establecimientos donde comer y tomar una copa sin necesidad de ir al centro. Pero Soler cree que hacen falta parkings públicos amplios en toda Carretera de Cádiz. “Se han hecho parkings privados para los vecinos. Pero a los comerciantes nos interesa que haya parkings públicos para que la gente tenga donde aparcar y podamos competir con las grandes superficies porque el comercio es el motor de una ciudad”, esgrime.
De día, el distrito ofrece una múltiple oferta de comercios de barrio para hacer la compra cotidiana. De noche, sobre todo pegado el nuevo paseo marítimo, cada vez hay más restaurantes y bares donde pasar un rato agradable. Y luego está la playa, ese lujo tan cerca de todos los vecinos.
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