Pasarela

Yves Saint-Laurent, evocación al gran genio

  • El modisto argelino murió en 2008, pero todavía hoy son influyentes las reminiscencias que dejó sobre la moda. Con su 'smoking', vistió a la mujer como nunca nadie había hecho.

"La moda cambia constantemente" o "antes el traje de chaqueta era para los hombres" son algunas de las frases que pueden escucharse de boca de cualquiera, pues todos conocen los parámetros más o menos fijos bajo los que se mueve el mundo del corte y confección. Sin embargo, no todos están instruidos sobre el hecho de que hubo algunas personas que hicieron un gran esfuerzo por hacer avanzar a la moda, y que vivieron para verla crecer y evolucionar. Yves Saint-Laurent, con su carácter taciturno y a la vez determinado a transformar las tendencias, fue uno de ellos. Nacido en Argelia en 1936, tuvo una madre, Lucienne, que ejerció de musa para él y lo ayudó a ignorar los comentarios dañinos que iban destinados a un niño pequeño que jugaba a vestir a las muñecas de su hermana. Ella fue la primera que vio en su hijo un talento innato para hacer moda, y fue quien le buscó un centro de aprendizaje en París, ciudad a la que llegó con diecisiete años.

Un buen día, Michel de Brunhoff, director del Vogue francés de aquella época, recibió unos bocetos en su despacho de una joven promesa que le dejó cautivado, y no dudó en publicarlos. Saint-Laurent, por su parte, siguió los consejos del editor y se matriculó en una escuela de Alta Costura, que encontró aburrida y abandonó poco después. Entonces, Dior irrumpió en su vida.

Christian Dior e Yves Saint-Laurent se conocieron cuando de Brunhoff los presentó, y desde aquel preciso momento Christian se convirió en el maestro e Yves en el aprendiz. Dior no siempre alabó las propuestas de su pupilo, pues consideraba algunas de ellas demasiado rompedoras. Sin saber aún que precisamente su carácter innovador iba a hacer de Yves Saint-Laurent el primer diseñador de Francia tras la propia muerte de Christian Dior, él alogiaba sus prematuros diseños mientras lo llamaba "mi príncipe" y lo preparaba para ser su sucesor.

La prematura muerte de Christian Dior propulsó a Saint-Laurent al trono de la marca, que convertido él en su director de arte sacó alguna colección bastante fructuosa. Sin embargo, el servicio militar que el argelino había eludido hasta entonces llamó a su puerta en 1960, y tuvo que acudir a su llamada. Allí sólo aguantó un año, tal era su sensibilidad, y el siguiente año lo pasó en un hospital psiquiátrico militar curándose de las heridas psicológicas que el ejército había dejado en él. Fue su primera depresión, pero no la última, pues la vida del creador siempre estuvo marcada por su carácter taciturno y sus recaídas en centros médicos, si bien su pesar nunca le ganó a su destreza y siempre supo salir airoso con una nueva colección bajo el brazo.

Al volver del servicio militar que tan poca felicidad le había aportado, se encontró con que había sido destituido de su puesto de director de arte en la firma Dior y había sido nombrado un sustituto: Marc Bohan, que había sido asistente de Yves. Tan apenado como furioso con la empresa, interpuso una demanda que acabó ganando. Este factor, unido al hecho de que un estadounidense llamado Mack Robinson quería invertir en moda, propiciaron que se produjera el milagro e Yves resurgiera bajo una marca que llevaba (y lleva) su nombre.

Su primer eslogan y mítica frase definiría para siempre su estilo personal: "¡Abajo el Ritz, viva la calle!". Lejos de vestir sólo a la persona sofisticada y adinerada, Yves quería trasladar su moda rompedora a los lugares cotidianos y a la vez explotar aquello que algunos habían criticado pero que nadie dudaba que era su fuerte: crear. El modisto de Argelia había nacido para inventar, y así hizo con el esmoquin femenino, la túnica, el blusón marinero, la sahariana o el chaquetón. "Sólo lamento no haber inventado el pantalón vaquero", dijo una vez.

Su arte jamás tocó fronteras, pues no se negó a vestir a la mujer con el traje de chaqueta hasta ahora reservado para el hombre, con el que dotó a la figura femenina de líneas rectas y elegantes. Tampoco dudó al posar desnudo para promocionar un perfume, ni en ser el primer modisto que presentaba una colección en la fiesta anual del Partido Comunista Francés. La suya siempre fue una mezcla infalible entre la amargura y la creación, haciendo de Yves un hombre del que la periodista de Vogue USA Diane Vreeland dijo una vez: "Chanel y Dior eran gigantes, pero Saint Laurent es un genio".

Sin embargo, no puede entenderse al genio elevado de Yves sin la persona que le ponía los pies en el suelo y funcionó como su cabeza pensante en más de una ocasión: Pierre Bergé. Conoció al costurero en el entierro de Christian Dior y además fue su pareja sentimental durante más de medio siglo, gestionando con él la gran empresa que ambos habían constituido. Cuando se conocieron, Yves tenía dentro la furia del que quiere vivir vistiendo a los demás y Bergé del que quiere dedicar su existencia a contarlo. Juntos, confeccionaron no sólo las prendas que llevó medio mundo durante poco menos de un siglo, sino también el sello de la que fue una de las marcas más poderosas de la segunda mitad del siglo XX. Retirado en 2002 y fallecido en 2008, Yves Saint-Laurent aún no ha muerto para la moda.

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