Quien no lo conozca está a tiempo. El campero es un bocadillo especial en la costa malagueña, en el entorno de la capital es un clásico que supone la comida rápida del lugar y que lleva más de medio siglo alimentando a la ciudadanía. Como todo, ha tenido épocas de más o menos fama y aceptación, ha saltado a la alta cocina de la mano de chefs como Dani García, se ha tratado de convertir en algo exportable, hay maneras diferentes de confeccionarlo, detalles que se le añaden como el pan o salsas especiales, pero el canon del campero es clásico, bien sabido y lógico: pollo asado desmenuzado, jamón york, queso, lechuga, tomate, cebolla y pan de campero. Y mayonesa o alioli.

Ahora es habitual comer camperos a mediodía o en casi cualquier negocio de comida rápida, pero hace décadas era más común que protagonizara la carta de los asadores de pollos de los barrios y pueblos en torno a la capital por la noche, aprovechando que los pollos asados y otras comidas caseras de estos negocios eran demasiado para una cena. En Torremolinos hay 160 metros que separan dos negocios indispensables para los amantes del campero. Nada estrambótico o fuera de lugar, camperos según el canon que ha hecho de esta receta una de las más frecuentadas en hamburgueserías, asadores de pollos y  otro tipo de establecimientos: artesanal, sano, jugoso y barato. Además, se da la particularidad que estos dos establecimientos, separados por 160 metros en línea recta se complementan: uno trabaja los camperos, hamburguesas y crestas por la noche, otro cierra por la noche. Ambos son negocios del barrio de El Calvario, llevan años en el mismo lugar, conocen y miman a su clientela, no hay nada que temer con la cantidad, calidad o el precio de sus productos, y a veces tienen una cola en fila india que no hay que temer ya que suelen avanzar con celeridad y tienen una buena recompensa.

Por cierto, los dos asadores de pollos sólo trabajan comida para llevar y están a pocos pasos de una de las cinco heladerías sorprendentes de la provincia y de una de las mejores panaderías de Málaga. Están en un barrio que no es especialmente turístico pero que sí está muy bien situado y en menos de cinco minutos a pie se pueden seguir los pasos de John Lennon por la localidad o pasear por las zonas más turísticas de la localidad en las que Camarón de la Isla comenzó su carrera. Más lejos queda la punta de los gatos en la que se produjo el primer toples fotografiado del que haya registro o la zona de Little Netherlands, aunque llegar a estos sitios no es un paseo excesivamente grande y puede ayudar a la digestión de un campero de manual.

Asador de pollos Carmen, Torremolinos

Clásico en el barrio lleva décadas funcionando y los viernes por la noche siempre tiene público esperando su campero. Que el canon del campero lo dominen a la perfección no quiere decir que se desmerezcan sus pollos asados, sus crestas o el resto de su carta. La salsa de curry es recomendable y la cresta campera puede ser un reto al alcance de un hambre algo más grande de lo habitual. Los bocadillos, mejor para la cena. Uno de esos sitios que se descubre una vez y ya se queda en la lista de negocios a los que acudir habitualmente.

Asador Criollo, Torremolinos

Que no les engañe el acento porteño de quien regenta este asador en una antigua casa típica del barrio de las que ya quedan pocas, porque lleva décadas en la Costa del Sol y volvió después de la pandemia a un local en el que ya vendía camperos hace años. Cierra por las noches y sus pollos asados se caracterizan por las patatas asadas y el pequeño punto de especias argentinas en la salsa. Nada estridente ni muy llamativo, casi imperceptible en los camperos que cumplen el canon a la perfección. Las croquetas de pollo también son algo a tener en cuenta como la ensaladilla rusa. 

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