La farola

15 minutos con el Leonardo español

  • Los mandos a distancia, las computadoras, los transbordadores o los videojuegos tienen en el ingeniero español Torres Quevedo un punto de referencia

  • El sistema para los teleféricos que ideó sigue en uso como demuestra el de las cataratas del Niágara

  • El de Benalmádena domina la costa malagueña y salva 769 metros en un cuarto de hora

El Spanish Aerocar ideado por Torres Quevedo aún funciona en las cataratas del Niágara.

El Spanish Aerocar ideado por Torres Quevedo aún funciona en las cataratas del Niágara. / Ad Meskens

El Leonardo español vivió a caballo entre el siglo XIX y el XX, fue un ingeniero total que tuvo repercusión en la I Guerra Mundial, patentó transbordadores, desarrolló los principios del mando a distancia y supuso un salto de calidad y audacia en los dirigibles aéreos antes de que países como Alemania o Francia hicieran famosos este tipo de transportes. Autómatas que jugaban al ajedrez en un primitivo y complejo videojuego, una calculadora pionera o elementos novedosos para divulgar. El Leonardo español ha sido reconocido en Estados Unidos o Francia, pero en su país no es muy conocido. Leonardo Torres Quevedo (1852-1936) es una de esas figuras sobresalientes en su disciplina, clave en las corrientes de investigación y desarrollo tecnológico de su época y cuyo legado sigue expandiéndose por todo el mundo. Informática, mecánica, matemáticas. Si el mando a distancia empezó a desarrollarse gracias a los fundamentos de uno de sus inventos, en Benalmádena hay una herramienta muy especial que tiene relación con las cataratas del Niágara y que permite pasar, al menos, 15 minutos de tranquilidad en uno de los inventos de Leonardo Torres Quevedo.

Todavía funciona en las cataratas del Niágara el teleférico diseñado, construido e instalado por Torres Quevedo. Es el más antiguo del mundo, cumplió el siglo en 2016, y hasta la década de los 60 no tuvo sus primeros arreglos. Su historia es peculiar: construido a partir del primero instalado en Bilbao, fue puesto en marcha por la The Niagara Spanish Aerocar Co. Limited, una compañía española que se instaló en Ontario para sacarle partido al invento. Era 1916 y mientras el teleférico cruzaba el Atlántico en plena I Guerra Mundial, otro invento de Torres Quevedo era el encargado de mantener a salvo a los barcos de suministros de las Marinas de Reino Unido y Francia: su dirigible.

Un año antes del primer vuelo rasante de los hermanos Wright (1903), el ingeniero español había presentado un modelo de dirigible más seguro y avanzado que los que los construidos por alemanes y franceses. En el arranque del siglo XX la aeronáutica mundial desarrollaba dirigibles que se dividían en naves con el casco rígido y otras con el casco flexible. Las primeras acabarían culminando en zepelines como el Hindenburg (accidentado en el 1937 tras sólo una año de servicio) y las otras no tenían demasiada seguridad al ser bastante maleables. Torres Quevedo construyó un modelo a caballo entre las dos fórmulas que soluciona los problemas de ambas y que pronto es tenido en cuenta por la empresa francesa Astra. El dirigible Astra-Torres resultó ser muy útil para proteger a los barcos cargueros frente a los submarinos. Utilizado ampliamente en el conflicto bélico mundial por Inglaterra y Francia, estos países vendieron en los años 20 algunos de sus dirigibles a países como Japón, Rusia y Estados Unidos. además, Torres Quevedo rebajó la cantidad a percibir por cada dirigible para ayudar al esfuerzo de guerra lo que le valió numerosos reconocimientos a los que se unirían un honoris causa de La Sorbona.

Máquinas de cálculo, mando a distancia y primer videojuego

Otros de los inventos con más trayectoria de Torres Quevedo fue el telekino. Un sistema para controlar elementos mecánicos a distancias mediante un receptor de ondas hertzianas. Las patentes son de 1903 y años después demostraría su eficacia en el puerto de Bilbao, manejando un bote a distancia. El invento se pensó para controlar los dirigibles a distancia, pero pudo mover autos o embarcaciones. Se quiso dar un uso militar al mismo y ahondar en su producción y perfeccionamientos, pero el inventor no encontró financiación. En 2006, un siglo después de su demostración ante Alfonso XIII en Bilbao, el  Instituto de Ingenieros Eléctricos y Electrónicos (IEEE) de Nueva York reconoció este invento como el primer hito conseguido para crear los sistemas de control a distancia que hoy se confeccionan.

Un tercer elemento disruptivo en la ciencia de la época creado por Torres Quevedo fue el denominado aritmómetro electromecánico, una calculadora digital considerada como el precursor de la informática moderna. Capaz de resolver polinomios y otros cálculos complejos, aplica y desarrolla diferentes tecnologías punteras de la época para crear la primera calculadora digital autónoma. Una máquina de escribir servía como puerto de entrada de los comandos y también para dar el resultado. A ella conectada, la unidad de procesamiento de datos. Un complejo paso al frente en la creación de este tipo de herramientas que también le valió reconocimiento unánime en un campo en el que los ingenieros y científicos de la época llevaban décadas trabajando con ahínco sin lograr avances tan espectaculares.

Uno de los hijos de Torres Quevedo en una demostración con El Ajedrecista. Uno de los hijos de Torres Quevedo en una demostración con El Ajedrecista.

Uno de los hijos de Torres Quevedo en una demostración con El Ajedrecista. / torresquevedo.org

Con el bagaje de los estudios que le habían llevado a la primera calculadora y el interés compartido con los científicos de la época, Torres Quevedo puso en marcha un proyecto realmente llamativo que se asemeja más a un videojuego tal y como se conoce hoy en día que a un autómata: El ajedrecista. Una máquina en la que, puestos sobre el tablero el rey negro, el rey blanco y una torre también blanca, la máquina invita al humano a mover el rey, comprueba que el movimiento es válido (y avisa si no lo es) y luego utiliza su turno para llevar al adversario al jaque mate irremediable. Todo un portento en el que se unen varias tecnologías complejas que, como todos los inventos del español, contaba con los tratados teóricos que avalaban la parte científica y la demostración práctica de los mismos, o el invento en sí mismo.

Teleféricos en la actualidad

Leonardo Torres Quevedo retratado por Sorolla Leonardo Torres Quevedo retratado por Sorolla

Leonardo Torres Quevedo retratado por Sorolla / torresquevedo.org

Cuando en 1887 Torres Quevedo patentó y demostró que su transbordador no sólo era posible sino seguro, aún pasaron 20 años hasta que se construyese y utilizase el primer transbordador para personas. En 1907, en San Sebastián se estrenaba el teleférico para subir al monte Ulía. Desde entonces, el modelo se exportó, con el gran respaldo que le dio ser usado en las cataratas del Niágara para una mejor vista y disfrute del increíble monumento natural. Hoy en día, mejorado por los nuevos materiales y conceptos científicos, los teleféricos siguen sustentados en los principios que puso en marcha Torres Quevedo. La herramienta es muy utilizada en países americanos como Brasil, Chile, Bolivia, México, Colombia, Venezuela o Estados Unidos aunque su presencia está extendida por todo el mundo para salvar amplios desniveles.

Uno de los que tiene más afluencia de público como atracción turística en el Sur de la península ibérica es el teleférico de Benalmádena, que domina la Costa del Sol salvando una pendiente de más de 769 metros en un plazo en torno a los 15 minutos. Desde él se puede contemplar toda la bahía de Málaga, pero también la costa oeste de la provincia, el Mediterráneo y África. Además, su llegada al monte Calamorro ofrece la posibilidad de iniciar varias rutas senderistas por la zona después de haber pasado en torno a un cuarto de hora en un invento del Leonardo español.

Además, no está lejano a una pequeña galería de arte urbano que se puede ver en los puentes bajo la autovía A-7. Queda cercano también a la mayor estupa budista de occidente. La estupa de la Iluminación no es única sólo por su gran tamaño, también porque tiene una sala de meditación visitable decorada con pinturas que se inspiran en los santuarios del Himalaya que reflejan la vida del buda Shakyamuniel príncipe sobreprotegido que se convirtió en buda.

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