Se dice que lleva siglos abierta, es una de las ventas más antiguas de Málaga, famosa por sus migas y sus patatas fritas a la brasa
El Ventorrillo Patascortas, en Casabermeja, se dice que lleva en pie desde 1490
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Málaga está poblada de ventas históricas, auténticos templos del buen comer, donde la gastronomía perdura a base del recetario más tradicional. De todas las que podemos encontrar a lo largo y ancho del circuito de carreteras que vertebran la provincia, hay una que es considerada la más antigua de todas, el Ventorrillo Patascortas. En los términos de Casabermeja, muy cerquita de la A-7, encontramos esta venta con una larga tradición, de la que se dice que lleva abierta desde 1490 y que, para desgracia de muchos, solo abre los fines de semana y festivos.
Ventorrillo Patascortas es sin lugar a dudas una de las ventas de referencia para quienes buscan los sabores de siempre en un entorno que mantiene intacta la esencia de otro tiempo. Su historia se remonta a finales del siglo XV, cuando ya funcionaba como punto de parada para arrieros y viajeros que cruzaban estos montes camino de la capital. Con el paso de los siglos, su estructura, su ambiente y buena parte de sus elementos originales se han conservado, lo que convierte a esta venta en un enclave donde la memoria y la gastronomía se encuentran de forma natural.
A lo largo de su trayectoria, este ventorrillo ha sido testigo de generaciones, rutas comerciales y cambios en el paisaje rural malagueño. Los estudios de historiadores locales apuntan a que recibió una de las licencias otorgadas en tiempos de Isabel II para la explotación de ventas en el antiguo camino de la Torre de Zambra, un enclave defensivo medieval situado a escasa distancia del establecimiento. Durante siglos funcionó como fonda para arrieros y, tras quedar en desuso, la familia Campoy Pérez lo recuperó y lo rebautizó como Patascortas en honor a los antiguos propietarios del terreno, conocidos por su estatura.
Hoy, su interior mantiene vigas de madera, muros gruesos y una gran chimenea central que recuerda la arquitectura tradicional. En las paredes se distribuyen aperos antiguos, objetos que formaron parte de la vida en el campo, sombreros de verdiales y piezas que pertenecieron a distintas generaciones de la familia. Cruzar su puerta es, según quienes lo visitan, un pequeño viaje al pasado.
Una gestión familiar que mantiene viva la tradición
El alma del Ventorrillo Patascortas se sostiene gracias al compromiso de la familia Campoy Pérez. Miguel Campoy, nacido en Málaga y con una trayectoria profesional alejada de la hostelería, dedicó años a remodelar una antigua casa que posteriormente convertiría en restaurante. Hoy, a sus 74 años, continúa vinculado al negocio junto a su mujer, Loli Pérez, y sus hijos Azahara y Juan Miguel, quienes asumen la mayor parte del trabajo en cocina y sala.
Durante cada fin de semana, los cuatro forman un engranaje perfecto que permite que todo funcione con el mismo ritmo pausado que caracteriza al lugar. La terraza, rodeada de árboles plantados por la propia familia, es uno de los espacios más apreciados, especialmente cuando el clima acompaña. Desde allí se divisan el litoral malagueño y, en días claros, las cumbres blancas de Sierra Nevada, un contraste que define la diversidad paisajística de la provincia.
Guisos tradicionales, migas y carne a la brasa
La cocina del Ventorrillo Patascortas mantiene un repertorio centrado en los platos de siempre. Loli Pérez, al frente de los fogones, prepara recetas que aprendió de su abuela y que han sido pulidas con años de constancia. Entre ellas destacan el puchero con pringá, los callos a la berza, el potaje de habichuelas o el gazpachuelo viudo, además de una amplia variedad de platos de cuchara que cambian cada fin de semana según lo que apetezca elaborar.
Uno de sus emblemas son las migas, que Azahara prepara en una enorme sartén al calor de la leña. Cada jornada requiere más de una hora de remover la masa hasta lograr la textura deseada. También las carnes a la brasa, elaboradas igualmente con fuego de almendro, forman parte de las especialidades de la casa, salvo el chivo y el rabo de toro, que son las únicas piezas que no se cocinan en las brasas.
Las famosas patatas fritas a la leña
"Aquí te puedes comer una de las mejores patatas fritas que hemos probado", afirman la pareja de influencers gastronómicos Clara y Jose, que recientemente visitaron la venta, poniendo donde se merece a las patatas fritas a la leña que elaboran en Ventorrillo Patascortas: peladas a mano y elaboradas cada día con aceite de oliva virgen extra. Estas se suelen servir solas, pero también con huevos fritos o con jamón, y son sin lugar a dudas una de las propuestas más queridas por la clientela habitual, además de sus migas o carnes a la brasa.
El restaurante completa su oferta con carnes como carrillada, pollo al ajillo o el tradicional plato de los montes, una receta que reúne lomo en manteca, morcilla, chorizo, huevo y pimientos fritos. Los postres, todos caseros, incluyen flanes, tiramisú, tartas y una elaboración especialmente conocida: la tarta de la felicidad, hecha con cuajada y presente en carta desde 1996.
"Nosotros probamos los croquetones de jamón y compartimos entre todo entrecot, chivo y carrillada de cerdo", comenta el dúo detrás de malagadictos: "El único pero es que solo abren los fines y los festivos. Y es que se nota que Miguel y su familia no siguen aquí por dinero, sino por seguir manteniendo con vida este lugar tan emblemático para los malagueños".
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