Calle Larios

El Neoalbéniz o la tapadera

  • No deja de tener gracia que cada nueva actuación en altura acarree la polémica a la que ya, casi, cabe acostumbrarse

  • El problema es que Málaga también llega tarde a este debate

Si de un puzzle se trata, la última pieza encaja como un guante.

Si de un puzzle se trata, la última pieza encaja como un guante. / Málaga Hoy

Movido por una nostalgia impropia de un hombre en sus cabales, me dio el otro día por ver fotografías e imágenes documentales de la antigua Casa de la Cultura. Y mira que el edificio era feo de narices, pero a mí me encantaba, seguramente porque fue uno de mis primeros destinos naturales en mis escarceos infantiles al centro sin la vigilancia paterna. Me encantaba bichear en la biblioteca y llevarme los deberes para hacerlos allí. En cualquier caso, ve uno hoy la Casa de la Cultura y encuentra, quién lo diría, una anomalía abyecta que formó parte del paisaje más acostumbrado, natural y hasta feliz de aquellos días. Corresponde pensar en el modo en que Málaga aceptó aquella anomalía durante décadas sin percibirla como tal, al menos si nos referimos a una mayoría social seguramente más preocupada por cuestiones distintas. Podemos decir lo mismo del exilio eterno y vergonzoso del Museo Arqueológico, de la rehabilitación que pretendió pasar por tal en la Alcazaba y Gibralfaro, de lo que terminó sucediendo con La Coracha y del impotente encogimiento de hombros con el que esta ciudad se dirige a un yacimiento arqueológico del calibre del Cerro del Villar. Seguramente por un complejo bien asumido que otorgaba la calidad de ciudades históricas a Granada a Sevilla mientras se la negaba a sí misma, Málaga ha mirado a su patrimonio histórico más como un incordio de escaso valor que como una oportunidad o, incluso, algo que nos atañe. Eso explica, también, que en su momento se levantaran edificios a destajo en el entorno de la Alcazaba hasta convertirla en la isla invisible que es hoy. Ahora, poco después de que el derribo de la manzana del Astoria nos regalara una perspectiva inédita de la misma fortaleza de la Plaza de la Merced, el visto bueno de Urbanismo a la construcción del Neoalbéniz, a falta de lo que diga la Junta respecto a sus exigencias arqueológicas, ha vuelto a despertar la polémica a la que ya casi nos vamos acostumbrando cuando de intervenir en altura y en zonas tan sensibles se refiere. Sí, una vez alzado el edificio, el paisaje volverá a quedar mermado. Seguramente, el desinterés acumulado durante siglos y la evidencia de que también a esto llegamos tarde se traducen en una maldición para la que, sospecho, no queda ya salida posible.

Regresamos a aquel viejo urbanismo que entendía el desarrollo como acumulación

No hay que olvidar, bajo ningún concepto, que el Cine Albéniz es uno de los proyectos más importantes, necesarios y destacados de Málaga y uno de los que mejor hablan de su calidad de ciudad cultural. Cualquier ampliación, dada además la afluencia acostumbrada, debería ser bienvenida. Nunca, de ninguna manera, cabría recibir la apertura de dos nuevas salas de cine como una mala noticia. Dicho esto, cabría considerar que si durante muchos años la tendencia urbanística tendió a aprovechar al milímetro el entorno de los espacios naturales y monumentales, ya fuese por el privilegio que esta proximidad suponía o por una valoración nula de la categoría patrimonial de estos entornos, la tendencia actual debería ser justo la contraria: despejar estos elementos, forjadores de la identidad de las ciudades, y devolverles el protagonismo que les corresponde. Bien, a estas alturas (de momento, quién sabe) nadie va a meter la piqueta para echar abajo el genuino Cine Albéniz ni los edificios de la calle Alcazabilla con tal de dejar a la vista la Alcazaba y el Teatro Romano desde un perímetro mayor (trae más cuenta meterla en La Trinidad); pero aprovechar ahora el último hueco y completar el aislamiento de la Alcazaba desde la Plaza de la Merced no es otra cosa que volver a aquel viejo urbanismo que entendía el desarrollo como acumulación. Honestamente, por su densidad y diseño, muy a pesar de la limitación de la altura, tampoco me parece el edificio proyectado demasiado representativo de la arquitectura moderna, más inclinada a crear volúmenes con la menor densidad posible. En cualquier caso, con informes de la Academia de San Telmo y con el criterio de arquitectos y urbanistas bien respetables en contra, yo me lo pensaría un poco más antes de consignar esta solución como la idónea para la ampliación del Albéniz. Y si lo es, pues nada: lo celebraremos, ay, haciendo uso.

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