Hasta hace unos meses, había en cada servicio del Regional un bote común de insulina del que los enfermeros extraían con una jeringa la cantidad necesaria para cada paciente. Usaban insulina rápida, lenta o mezcla. Pero el sistema se cambió. Ahora llegan desde la farmacia del hospital las dosis específicas para cada enfermo, en una especie de bolígrafo. De modo que si hay cambios en la prescripción, el paciente se va de alta o muere, el contenido no puede aprovecharse porque es individualizado y específico para el tratamiento de cada momento. Por lo tanto, acaba en la basura.

La crítica la hizo en Twitter un sanitario en prácticas del Regional que estimaba que cada bolígrafo puede costar unos 50 euros y publicaba una fotografía de decenas de esos viales de insulina recogidos por sus compañeros y desechados.

La situación fue criticada por un enfermero en prácticas y denunciada por el Sindicato de Enfermería

El delegado del Sindicato de Enfermería (Satse) en el hospital, Ignacio Anguita, consideró “un despilfarro” esta situación, además de “una contaminación medioambiental”.

Por su parte, el Regional aclaró que el cambio es “una mejora” por la seguridad del paciente y detalló que ya se aplica en otros hospitales de Andalucía como el Juan Ramón Jiménez, el Costa del Sol, el Virgen del Rocío o el Virgen Macarena.

Según el centro sanitario, este sistema permite asegurar el uso correcto de las plumas de insulina al impedir la infra o la sobredosificación así como evitar el posible riesgo de transmisión de infecciones por VIH o hepatitis B o C. Según el Regional, esta estrategia de uso de la pluma de insulina está recomendada por organismos de referencia en seguridad del paciente como el Institute for Safe Medication Practices (ISMP), la Joint Commission o el Instituto para el Uso Seguro de los Medicamentos de España.