Málaga

Pasión por los hermanos Rivera

Llegó uno de los carteles más esperados por la masa de espectadores, quienes acudían para la corrida de los guapos. Los hermanos Rivera en el cartel junto a Ginés Marín, quien sustituía a Manzanares. Los toros de Juan Pedro Domecq no dieron juego, aunque la diversión estaba en los tendidos cada vez que alguno de los hermanos pasaba cerca de allí.

El primero en salir del patio de cuadrillas fue Francisco Rivera Paquirri, de azul y oro. Entrada firme con el pie izquierdo. Los más supersticiosos ya se temerían lo peor, aunque ese detalle no le impidió tener una cariñosa despedida de una de las plazas que históricamente ha sido santo y seña de la familia Ordóñez.

Los piropos y los elogios hacia los hermanos Rivera Ordóñez coparon el ambienteLas plantas que crecen cuando no hay corridas no han sido cortadas para la Feria

Los tendidos presentaron una de las mejores entradas de la feria. Unos tres cuartos de plaza. El calor hacía que los abanicos se moviesen cual palomas del genial pintor malagueño que el día anterior había sido homenajeado sobre el ruedo de La Malagueta: Pablo Ruiz Picasso. La masa de espectadores que acude normalmente al cartel de los guapos fue algo inferior ayer, aunque eso no impidió que los piropos y elogios hacia los hermanos Rivera Ordóñez coparan el ambiente.

Pitos para los picadores en cada puyazo y aplausos para los banderilleros cuando colocaban completos los pares. Da igual que queden traseros, caídos o uno en cada lado, lo importante es que los dos palos queden clavados.

Uno de los momentos de mayor emoción fue el brindis de Cayetano al público y su posterior inicio de faena sentado en el estribo. Sonaba Manolete. La faena iba a menos pero la gente estaba con él. Los desplantes mirando al público hacían que no decayese el ambiente festivo. Tanto es así que en el momento de entrar a matar un entusiasta con voz ronca y lejana gritaba desde el tendido dos: "¡Indúltalo!". La faena, sin grandes argumentos y con un toro justo de fuerzas, concluyó con una estocada levemente caída. La euforia colectiva siguió tras la muerte de Inversor. Fuerte petición de oreja que finalmente Ana María Romero no atendió y el menor de los Rivera Ordóñez se tuvo que conformar con saludos desde el tercio.

Muchos no sabían quién era ese joven muchacho que vino a sustituir al tercer guapo de la corrida, pese a ser el triunfador de la Feria de San Isidro de este año. Su buen recibo con el capote fue una carta de presentación para aquellos que aún no habían escuchado hablar de él. Al quite que hizo Francisco Rivera le precedió un "¡Vamos Fran!" con voz femenina.

Ginés Marín comenzó la faena de muleta y con sus naturales pronto metió al público en el bolsillo mientras su padre, Guillermo Marín, picador de su cuadrilla, no perdía detalle desde el callejón de lo que su hijo estaba haciendo. Sin pestañear y con sus manos agarradas a las rojas tablas de La Malagueta. A su derecha, otros tres picadores conversaban aunque Guillermo parecía estar ausente. En su propio mundo. Lo único que importaba era su niño, convertido en hombre a base de cornadas y volteretas. El griterío continuaría durante toda la tarde. En el momento en el que Marín se perfilaba para entrar a matar otro grito desde el tendido. "¡Viva los toreros de Badajó´!", lo que provocó el aplauso de los espectadores.

En su último toro en Málaga, Paquirrirecibió al burel con una larga cambiada. Tras el tercio de banderillas, en el cual puso los palos el propio Rivera, todos en pie.

A pesar de quedar lejana la Cuaresma, cuando se acercó hacia las tablas en busca de la espada de matar, una ferviente seguidora gritó desde el segundo piso: "¡Guapo, guapo y guapo!". No era el Cautivo por la Alameda, sino Rivera sobre el ruedo. Un caluroso y cariñoso saludo desde el tercio fue el resultado de su último toro en esta plaza. Tras la muerte de este toro, de nombre Escritor, muchos periodistas comenzaban a escribir sus crónicas para los periódicos del día siguiente.

En el segundo de Cayetano, el público, más relajado, vivió con poca emoción la faena. Entre los espectadores se encontraban el diestro Alejandro Talavante - que hoy hace el paseíllo en Málaga -, Antonio Garrido y José Cutiño - anterior empresario de La Malaguetay actual apoderado de Ginés Marín -, entre otros.

En el último toro sonó la música por la labor de Marín. Firme y valiente, aunque la escasa movilidad del animal restaba interés. Tan solo los arrimones finales, sumado a los diversos amagos por echarle mano al diestro, hicieron posible que el público volviese a interesarse por su labor en los compases finales de la faena. Con el toro aún vivo sobre el ruedo, muchos espectadores marchaban ya de sus localidades sin prestar atención a la firmeza del joven torero con el difícil toro.

No quisiera acabar la semana taurina sin hacer mención a una de las grandes novedades de esta temporada. Si hay alguna plaza con gran capacidad de invención esa es La Malagueta. Durante estos días la actividad taurina se compatibiliza con una nueva iniciativa de Toros del Mediterráneo: contar con un propio jardín botánico. Entre las paredes de los tendidos y las barandillas del primer piso crecen matojos durante los meses en los que no se celebran corridas de toros, aunque con la llegada de la Feria estos no han sido cortados. Quizá en algunos de los socios ha despertado la bonita afición por la jardinería. O quizá simplemente es dejadez. Que la plaza de toros sea Bien de Interés Cultural (BIC) implica que la empresa necesite autorización para cualquier obra o modificación, pero ¡hombre! esas plantas feas sí que se pueden cortar. No hay que tomárselo todo al pie de la letra.

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