Estrella Arcos von Haartman. historiadora del arte y restauradora

"Estamos abusando y el Centro ya no es paseable, se está echando al peatón"

  • "Málaga se está vendiendo demasiado al turismo" con el riesgo de perder espacios recuperados para el ciudadano

  • La educación debería de cambiar la dejadez que ha imperado con el patrimonio

"Estamos abusando y el Centro ya no es paseable, se está echando al peatón"

"Estamos abusando y el Centro ya no es paseable, se está echando al peatón"

En Monte de Sancha, en una casa antigua, Estrella Arcos y sus compañeros de Quibla Restaura trabajan en un marco de la iglesia de la Victoria, en muebles de principios de siglo y en cuadros que podrían ser de una autoría de peso. Botes de productos químicos, decenas de cajas y herramientas se dispersan por el espacio para que puedan realizar un oficio que les apasiona. Sus manos han tocado gran parte del patrimonio malagueño restaurado en las últimas décadas, desde lo pequeño a lo muy grande. Las gigantescas dimensiones del telón de Ferrándiz fueron su último reto.

-¿Su segundo apellido esconde una bonita historia multicultural?

-Sí. Mi abuelo fue un militar finlandés, un héroe muy bien considerado en su momento, ayudante de campo de Mannerheim, que llegó a ser presidente de Finlandia. Todo un personaje. Tras las guerras se instaló en España, primero en Madrid y luego en Alhaurín de la Torre. Yo sí nací en Málaga.

-¿Le picó muy pronto el gusanillo de la restauración? ¿Por qué derivar la carrera por ahí?

-Siempre me ha gustado el arte, desde el colegio. Ya de pequeña recuerdo cómo me llamaba la atención lo que podía ver en los libros de texto, me pareció un mundo terriblemente apasionante y muy disfrutable. Por otro lado, siempre me había gustado hacer cosas con las manos. Aún así desconocía que existía algo relacionado con la restauración, me hablaron ya en Madrid. En los anticuarios empecé a preguntar y hallé la Escuela de Restauración.

-¿Un restaurador es un científico?

-Absolutamente. Hoy en día sí y con orgullo digo que hemos colaborado todos. Cuando llegué a Málaga tras trabajar en Almería empecé a colaborar con la Delegación de Cultura y fui de las primeras en realizar informes de restauración. Entendía que cada vez tenía que ofrecer más en mi trabajo, profundizar en la obra que se está tocando. No sólo conocer la autoría, la época y el entorno de la pieza, sino también en su materialidad y su propia historia. Empezamos a colaborar mucho más con los científicos. Ya a mediados de los 60 se intentan incorporar los avances científicos al mundo del arte. Sin embargo, esto lo empezamos a aprovechar más tarde, le pedimos a los científicos que se volviese a investigar en esta línea. El enriquecimiento es mutuo en ese momento y nos permitió acercarnos de verdad a una obra de arte, no sólo conocer los pigmentos utilizados, los medios y la técnica, sino también la historia que le ha pasado por encima a esa obra.

-Tienen que saber de materiales, productos químicos, técnicas arcaicas y actuales, de pintura, de escultura, de piedra...

-Es absolutamente diverso y solamente así concebimos ya el mundo de la restauración, es terriblemente científico y un objeto de estudio constante, para la diagnosis y para saber qué tipo de solución darle. En cada uno de los diferentes ámbitos de trabajo tienes que estar absolutamente al día, de lo que hay, de lo que se hace. Este es un mundo terriblemente cambiante porque, como digo, es un mundo muy científico. Hoy en día estamos trabajando habitualmente con nanotecnología en procesos de protecciones, hidrofugaciones y consolidación. Ya no se trata poner una mano de barniz. Por eso es un trabajo tan apasionante, nunca te aburres ni hay dos piezas iguales.

-¿En la Málaga que encontró cuando inició su trabajo estaba todo por hacer?

-Sí, claro. En Málaga había muchísimo por hacer y sobre todo muchísimo por darnos cuenta de que había que hacer muchísimo. Primero hay que darse cuenta. Yo entonces ya empecé planteando asuntos de pintura mural.

-Fue cuando se le empezó a devolver el color a muchos edificios...

-Exacto. Empecé con la restauración de la iglesia de Árchez, que es mudéjar, y ahí comprendí lo que es la ornamentación aplicada a la edificación. El momento más contundente fue la iglesia del Sagrario, que supuso un hito importante. Creo que fue una bisagra para que toda Málaga se mentalizara del potencial ornamental que teníamos en nuestra arquitectura.

-¿Hubo voces discordantes con este tema?

-Chocó muchísimo porque todavía teníamos esa mentalidad decimonónica de los pueblos blancos. Esto lo hemos ido comprobando uno a uno, en la Axarquía, en el Guadalhorce, en la Costa, en todos hay trazas de esta tendencia que embelleció nuestra arquitectura con decoración mural.

-En cuestión de patrimonio histórico, ¿cuánto ha perdido Málaga?

-Bueno, tenemos un centro histórico muy manipulado. ¿Pero hasta qué punto tenemos que hacernos el harakiri? Yo me lo hago por edificios que hemos conocido y ya no existen pero no hay nada más vivo que una ciudad.

-¿En la educación está la clave para ser más amorosos y respetuosos con nuestro patrimonio?

-Claro, por supuesto. Hay que hacer una difusión con entusiasmo, con pasión, creyéndote lo que estás diciendo.

-¿Y dónde está la línea entre el crecimiento de una urbe y su conservación?

-Ojalá hubiéramos sido mucho más flexibles en poner en contacto la ciudad antigua con la nueva. Es verdad que en los últimos tiempos se han intentado hacer un poquito mejor las cosas. Por desgracia tenemos ejemplos como el aparcamiento de la Marina, que a mí me espeluzna pero, al menos, tenemos fragmentos de muralla. Tenemos un Rectorado, pero también los elementos de arqueología que se conservan abajo y arriba. La convivencia es posible, no siempre exitosa.

-¿Pero hay ciudades amuralladas que han crecido dejando su muralla intacta, por ejemplo?

-Claro, tócale una sola piedra a Ávila, por ejemplo. Aquí hemos sido muy, muy dejados. En vez de buscar soluciones, hemos abandonado porque "ya no se puede hacer nada". Y no, no es el camino, siempre hay posibilidades. Por supuesto también ha habido desalmados y poco conscientes de lo que tienen que hacen nuevas edificaciones destruyendo, sin investigar sobre fundamentos de arqueología que puede haber o simplemente abriéndole huecos en los techos a casas del XVIII para que se arruinen. Ha habido de todo, gente que mira su beneficio económico por encima de cualquier cosa.

-¿Cuáles han sido para usted las actuaciones patrimoniales más desacertadas?

-El fragmento de muralla que hay en calle Carretería y también lo que ha ocurrido con el palacio del Marqués de la Sonora. Es tan doloroso ese nivel de abandono, unos por otros y la casa sin barrer. En otros se ha dejado simplemente la piel. Otra cosa que me parece de una dejadez increíble no solamente por parte del gobierno local sino también de la Junta de Andalucía es el caso de la Finca El Retiro.

-¿No se puede visitar este BIC?

-No, así que no se está cumpliendo la ley y no se sabe nada de su estado de conservación, no se puede visitar y mucho más sangrante, no se ha respetado el entorno de BIC y me temo que tampoco el interior, aunque todo son supuestos porque no se sabe cómo está.

-¿Málaga ha descubierto en la cultura, en su patrimonio y sus nuevos museos, su presente?

-Creo que sí, pero aún así creo que un buen porcentaje de malagueños no conoce sus museos. A lo mejor solamente para un grupo no demasiado amplio esto está dentro de su conocimiento. Aunque creo que a base de ser pesados y de ofrecerlo, se logra educar al malagueño en la cultura.

-¿Málaga se está vendiendo demasiado al turismo?

-Sí, demasiado. Por contra está el dinero y los puestos de trabajo que genera pero llega un momento en que el centro cada vez se parece más a un parque temático de bares. Estamos abusando un poco y ya no es paseable. Mira que habíamos conseguido gracias a la maravillosa obra de peatonalización de la calle Larios y sus adyacentes recuperar la calle para el peatón, me sentí absolutamente feliz de esa recuperación. Sin embargo, de pronto se está echando al peatón por cosas inanimadas como las mesas y sillas de una terraza. Hasta los hitos culturales a pie de calle ya no se ven. El conjunto escultórico de Seguiri en la plaza Uncibay tiene detrás el cartel de un shawarma y está colonizado por mesas y sillas. Ya no vemos nuestros hitos. El pobre Ibn Gabirol está a un metro de la terraza.

-A veces podría parecer que las cosas se hacen de una forma un tanto irreflexiva...

-A veces se hacen pensando en una solución de fachada, por lo tanto, igual a mal. A veces es una decisión que solamente tiene una repercusión momentánea, igual a mal. Pero otras veces también parece que con la excusa de pensárnoslo no hacemos nunca nada hasta que se arruina, como el caso del Marqués de la Sonora. Tampoco es eso.

-¿Qué se debería hacer en el Astoria?

-Una opción sería echarlo abajo y que quede todo diáfano. Aunque no deja de ser una plaza decimonónica y su espíritu y esencia conlleva que esté cerrada por sus cuatro lados. Yo en este caso mi primera opción sería que tuviera algún tipo de cerramiento, que puede ser vegetal, acristalado... para no perder la idea de conjunto de plaza del siglo XIX. Ya no me gustó la última remodelación de la plaza perdiendo ese sobreelevado por mal de hacer terrazas, así que no creo que debiera hacerse otra modificación. Se debería construir o cerrar.

-¿Y qué se podría hacer allí?

-Quizás lo llamado 'lo cultural' sería más defendible que si se hacen unos apartamentos de lujo. Un espacio común y público. Por lo pronto todo el mundo empieza a decantarse por cualquier recurso cultural, ya sea gastronómico, teatral o musical. O podría ser otro museo, pero creo que en este caso deberíamos de potenciar mucho más lo que hay que crear algo nuevo, por ejemplo, el Museo de Málaga.

-¿Qué le parece la actuación de Invader en la ciudad?

-Nunca seré partidaria de lo que ha hecho incorporándolo a monumentos, a Bienes de Interés Cultural. Es una manipulación de un espacio protegido. Está claro que el arte tiene que salir a la calle, no me parece mal, como las piezas que puso en el paseo marítimo, pues perfecto. El problema es la ubicación de algunos de ellos. La gente argumenta que tampoco es tan grande, que están en una esquina, pero sea como fuere entra en colisión con un bien protegido.

-¿Deberían de retirarse?

-Sí, yo creo que sí, los que están sobre monumentos desde luego.

-¿Qué me dice del metro?

-El metro, por lo pronto, yo nunca lo hubiera llevado hasta la Alameda. Lo dejaría en El Corte Inglés. ¿Para qué necesitamos delante de todas las casas del XIX un metro? Menos mal que me parece que no van a poner esas enormes cajas acristaladas, sino un descenso. Tampoco dan garantías de que todas esas perforaciones no vayan a perjudicar a la arboleda, ni a minar cimientos y la estructura del Marqués de Larios por las vibraciones.

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