Málaga

La élite en biotecnología agrícola capta 2,6 millones para el sector subtropical

  • El Instituto de Hortofruticultura Subtropical y Mediterránea, compuesto por 30 científicos, desarrolla 54 proyectos de I+D

Una treintena de científicos conforma el cuerpo de élite de la investigación en hortofruticultura subtropical y mediterránea en España. El papel destacado que ha jugado en las ligas internacional, nacional y regional de la I+D les ha permitido captar 2,6 millones de euros para financiar los 54 proyectos que tienen en marcha en la actualidad con el objetivo de afinar las técnicas de guerrilla biológica contra plagas, recuperar sabores perdidos o introducir nuevas especies que aporten valor añadido al negocio agrícola.

La competitividad desplegada ha sido de tal calibre que han conseguido incluso tener su espacio en una investigación internacional financiada con 17,5 millones de euros por la fundación Bill y Melinda Gates con el objetivo de poner coto a la mosca blanca, una de las plagas más comunes y devastadoras de la agricultura. El fin que persigue del fundador de Microsoft con este mecenazgo es luchar contra el hambre y contribuir al desarrollo de África.

La fusión en 2010 de los grupos de biología vegetal de la Universidad de Málaga y de la finca experimental La Mayora, perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), dio lugar al Instituto Hortofruticultura Subtropical y Mediterránea, un centro singular porque empezó a funcionar muchísimo antes de que se pusiera la primera piedra. Es más, todavía no se ha puesto la última de la sede que los acogerá en el Campus universitario de Teatinos y ya suman siete años de trabajo conjunto. En la actualidad tienen en marcha 35 proyectos de investigación para los que disponen de algo más de 2,3 millones de euros proporcionados por el programa Horizonte 2020 de la Unión Europea, el plan nacional de I+D, la Junta de Andalucía, el CSIC y otras entidades tanto nacionales como internacionales.

Además, los diferentes grupos científicos del instituto firmaron el año pasado 19 contratos y convenios de investigación con empresas del sector por un importe global de 246.000 euros.

Tanto los proyectos como los contratos de I+D permiten mantener contratados a 51 investigadores predoctorales, así como 15 doctores, además de 46 técnicos. "Los científicos de una y otra institución ya colaborábamos muchísimo antes de que la Universidad de Málaga y el CSIC firmaran el convenio para crear el instituto", subrayan al unísono Enrique Moriones y Eduardo Rodríguez Bejarano, director y vicedirector respectivamente del centro. Agruparse bajo un instituto científico les reporta "masa crítica" esencial para captar financiación y visibilidad internacional, mientras que compartir un único edificio les proporcionará "la cercanía, tan importante para la discusión científica".

Entre los proyectos que desarrolla figuran tres financiados por la Unión Europea y liderados por científicos jóvenes que despuntan en el panorama internacional. Es el caso de Sonia Osorio, investigadora del programa Ramón y Cajal para la captación de talento. Coordina a 17 grupos de investigación de 10 países que, con un presupuesto total de cinco millones de euros, buscan en la investigación denominada Goodberry fórmulas para mejorar los cultivos de fresas y otras bayas, frente a desafíos como el cambio climático.

David Posé y Diego Romero, únicos son los únicos investigadores de la Universidad de Málaga apoyados por el European Research Council (ERC), el poderoso brazo que lidera la estrategia científica europea, que les ha proporcionado 1,5 millones de euros a cada uno para que creen equipos científicos propios. Posé se ocupa de identificar las proteínas responsables de activar los genes relacionados con la maduración de las fresas. El objetivo final es mejorar el sabor de la fruta. Diego Romero, por su parte, centra su actividad científica en la lucha contra los patógenos, pero con una mirada global que incluye la relación que establece con las plantas y que pone en relación la fisiología vegetal, la bioquímica, la genética y ecología microbiana.

El conocimiento de la genética y de las técnicas de la biología es la base común de la que parten los científicos para seleccionar variedades con los métodos tradicionales utilizados históricamente en la agricultura, ya sea para crear tomates resistentes a las plagas más comunes, aguacates menos vulnerables al hongo que asuela las plantaciones, fresas con mayor proporción de vitamina C o una chirimoya sin pepitas. Esta última es todavía un futurible.

La Mayora alberga el mayor banco de germoplasma de chirimoyo del mundo. Los expertos del instituto han localizado una variedad de esta familia que carece de semilla y han iniciado una investigación primero para identificar qué gen es el responsable de que carezca de pepitas para, a partir de ahí, hacer la selección de variedades que permita conseguir la chirimoya perfecta, puesto que las semillas son uno de los grandes obstáculos que frenan el desarrollo comercial de este producto. Trabajos de características similares se desarrollaron en su momento para introducir los cultivos de fresas, mangos y aguacates en España.

El trabajo dirigido a diversificar la agricultura tropical y mediterránea consiste tanto en identificar nuevas especies interesantes para esta zona, como en definir sus riesgos potenciales y técnicas de cultivo. En este sentido, la finca experimental del Instituto de Hortofruticultura Subtropical y Mediterránea posee en la actualidad 81 variedades diferentes de subtropicales y trabaja en la introducción de frutas nuevas como el longan, la uchuva, el carambolo o la lúcuma, frutas tropicales unas originarias de Asia y otras de América ahora tan desconocidas en Europa como en su momento lo eran el mango o el aguacate.

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