El foro de la multitud
Emblemático tramo del Distrito de Carretera de Cádiz, este barrio de tradiciones y contrastes afronta una transformación decisiva mientras sus vecinos esperan que el suelo les sea devuelto
Cuatro canis se colocan entre dos coches en la calle José Palanca, justo frente al centro de salud. Visten sus gorras de enormes viseras, sus piercings y algún pantalón cagado. Huele a piarda a mil kilómetros, pero los muchachos actúan como si no fuera con ellos: distribuyen sus cigarrillos con criterio eucarístico, se ríen y aplauden los chistes con collejas. Salen entonces dos latas de cerveza y se posan sobre el capó de uno de los automóviles. En esto, llega una chica igual de joven, con la misma pinta, muy seria, enseña el ombligo bajo una chaqueta de cuero raída. Se dirige directamente a dos de ellos y les da una reprimenda, en plan madre del resto. Uno de ellos responde con una broma y al instante todos ríen. Luego, la chica entra en el centro de salud y los otros cuatro se quedan donde estaban, esperándola. Un hombre pasea a sus cuatro perros, sueltos, por la acera, y uno de los ellos, un chucho pequeño que no deja de mover la cola, se acerca a los canis y éstos le ríen la gracia al unísono. El gran momento del día. En El Torcal la vida parece transcurrir de manera plácida, distante, con el reloj atascado en una velocidad menor. La clase trabajadora es aquí dueña y señora siempre que la autoridad lo permita, se pasea y vive, compra y se reúne en corrillos, resiste y se crece. En esta mañana luminosa el invierno es un caudal de sol que brilla en las ventanas; por eso, en el parque que ocupa el centro del gran foro formado por la calle José Palanca, de admirable geometría circular, los bancos están llenos, sobre todo de jubilados que apuran hasta el último rayo mientras pasean a sus nietos, leen el periódico o juguetean con los mismos perros de antes.
Resulta curioso el modo en que El Torcal, emblema del distrito de Carretera de Cádiz y por lo tanto levantado en su origen por oriundos del interior de la provincia y de buena parte de la provincia que llegaron a la capital para trabajar en la construcción y el sector servicios, dejando atrás el campo ingrato, se ha ido constituyendo con los años en una isla propia y autosuficiente, bien distinta en cuanto a perfil social y urbano de otros barrios anexos como Dos Hermanas y San Andrés. La inmigración es aquí mucho menos visible, menos protagonista, y la que existe está mucho más integrada que en aquellas otras áreas, tiene sus propios negocios y participa en los procesos y actividades habituales con absoluta normalidad. Un simple vistazo basta para comprobar que la media de edad es bastante elevada y que no se ha producido un relevo generacional quizá necesario en las últimas décadas. Eso, en un barrio de una alta densidad de población como El Torcal, caracterizado por sus altísimas torres de viviendas, tiene sus consecuencias económicas (apenas se anuncian ventas de pisos) y también culturales: en pocos barrios se respira a Málaga, o al menos una presunta idea de Málaga, la que sale a la calle en zapatillas, dice "noooove" cuando quiere mostrar asombro y luce orgullosas sus banderines del Málaga en los espejos retrovisores, como en El Torcal. Todo el barrio es una afirmación de la ciudad. La peña Er Salero es uno de sus estandartes más visibles, más autóctonos. Y si algunos vecinos de los que se recrean en el parque, los pioneros de paso lento y melena plateada, llegan a articular todavía un ligero acento cordobés, sin duda son tan malagueños (o más, desde luego) como los presuntos que se dejan ver cada día en la calle Larios.
En la misma calle José Palanca los soportales son el santo y seña del barrio. En ellos hay comercios familiares, un salón de los testigos del reino de Jehová, bares y otros establecimientos. Uno diría que la actividad financiera es aquí incesante, pero una clienta de una de las tiendas de comestibles, también mayor y tocada con una rebeca de punto rosa, pone las cosas en su sitio: "Aquí se ha notado mucho el paro. La mayoría de los jóvenes están en sus casas o están estudiando ahora, después de haber trabajado durante años y de haberse quedado en la calle". No obstante, el perfil medio de la población de entre 18 a 25 años corresponde en El Torcal a universitarios que siguen viviendo en casa de sus padres. Abundan también pisos compartidos de estudiantes llegados de pueblos y otras provincias, aunque una chica que comparte piso con otras dos asegura que en este barrio "el alquiler es bastante más caro que en otros cercanos, como San Andrés o Sixto". Claro que los servicios tampoco son los mismos. El parque, además, es una zona de expansión natural que los vecinos de algunos de esos barrios, tensados urbanísticamente hasta el límite, echan mucho de menos, aunque sea para el esparcimiento de los más pequeños. Lo cierto es que apenas se ven comercios cerrados, y algunos, como el histórico videoclub (hoy especializado en préstamo y venta de videojuegos), llevan décadas de funcionando y atraen a clientes de buena parte de la ciudad.
De cualquier forma, El Torcal se prepara para una transformación radical que vendrá dada, según los planes urbanísticos, con su peatonalización completa. Otras calles con nombres de cantaores como Cayetano de Cabra, Antonio Chacón y Manuel Torre han sido ya dotadas de bandas sonoras, modificaciones en los sentidos de la vía y aparcamientos para preparar lo que será la ausencia total de vehículos en la calle. Uno de los vecinos que toma el sol en un banco del parque junto a su esposa no oculta su felicidad por la noticia: "Aquí hay demasiado tráfico, coches aparcados en doble fila o en las aceras, atascos a todas horas. Viene a aparcar aquí gente de toda la Carretera de Cádiz, y es una pena porque tenemos un barrio muy bonito pero con demasiados coches y demasiado ruido". La mujer, acto seguido, completa la opinión del marido: "Lo peor es que aparcan como quieren y en estas calles tan estrechas hay muchos que conducen como locos, a toda velocidad. Y lo hacen con la comisaría en sus narices, pero les da igual". Otros vecinos, no obstante, atribuyen a la perenne presencia de la comisaría un general estado de buena seguridad en el barrio. Sorpresa: en una mercería venden los atuendos oficiales de la Mariquita Pérez. ¿Qué pensarán de ellos los canis del centro de salud? Sin contraste no habría Málaga.
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