Málaga

La malagueña que ayuda a los reclusos de Kenia

  • Inmaculada Adarves-Yorno impulsa un proyecto basado en el ‘mindfulness’ para mejorar la situación en los centros penitenciarios

Inmaculada Adarves-Yorno, en una sesión con los presos kenianos.

Inmaculada Adarves-Yorno, en una sesión con los presos kenianos. / M.H.

Imagine una sala con ochenta presos kenianos. De repente, un recluso de gran complexión, imponente, se levanta dirigiéndose a sus compañeros y les dice: “¿Sabéis quién es un hombre fuerte? Aquel que se atreve a llorar”. En aquella cárcel, nadie hablaba antes de sus pensamientos, ni expresaba sus emociones. Entre aquellos muros nadie podía mostrarse débil. Esto sucedió en Kenia, en una clase en la que los presos trabajaban la aceptación y el perdón. La batuta de la sesión la llevaba Inmaculada Adarves-Yorno, una malagueña licenciada en Psicología que inició un proyecto que ahora se está extendiendo por todo el país africano.

La especialista trata –a través de unas técnicas que ella misma define como mindfulness on the go (en español, atención plena sobre la marcha)– que los reclusos puedan “conectarse a su propia radio”. No a aquel medio que informa y entretiene, sino a la radio que encendemos desde que nacemos y que hasta el último día no se apaga; aquella que se sintoniza y que, científicamente, tiene más canales negativos que positivos. Una radio en la que es muy difícil cambiar de dial y que, a veces, no deja dormir por las noches. Precisamente en esto trabajó Adarves-Yorno, en hacer ver a los recursos lo que hay en su “radio” y en tratar de que se concentren en el presente, sin juzgarse ni a ellos, ni a su situación actual. “A los presos no los podía enseñar a meditar porque tienen muchos traumas y un pasado muy complicado y podría ser horroroso dejarlos solos contra su mente”. La psicóloga realiza sesiones de mindfulness, “una práctica en la que hay que tratar de ser conscientes de lo que está ocurriendo y aceptarlo para que nuestra mente no cree unos niveles de frustración inútiles”.

La iniciativa se comenzó a gestar en 2014, cuando el director del proyecto African Prisons se interesó por la labor y le propuso entrenar en mindfulness y liderazgo a varios oficiales de cárceles de Kenia, pero en Inglaterra; país donde ella vive actualmente y en el cual lleva su labor a cabo como investigadora en la universidad de Exeter. Adarves-Yorno consideró que no era suficiente: “No podía enseñarles y que volvieran a su país a probar suerte”. Viajó a Kenia para realizar el proyecto durante un año, pero finalmente fue tan positivo que ha durado cuatro.

La psicóloga aplica un método que se ha extendido por cárceles de todo el país

Ha ayudado a miles de personas, ha formado a oficiales de bienestar y funcionarios y ha extendido su conocimiento por más de 18 cárceles de Kenia. La llaman la "mindfulness revolution" porque se ha expandido por todo el país y está sacando lo mejor de cada persona, de aquellos que viven en condiciones pésimas en lo que se refiere a sus pensamientos psicológicos y a su entorno.

La situación en las cárceles de Kenia es precaria. No tienen ni jabón y comer pan con leche es un banquete solo disponible en Navidad. Muchos van a pasar el resto de su vida encerrados. “Su pensamiento principal es vengarse de quien los ha encerrado ahí”, comenta la malagueña. Entre esos muros antes había enfado, odio, frustración, desolación... Ahora, muchos han conseguido utilizar el mindfulness para poder perdonar, tener una mejor salud mental y resiliencia. “Yo quiero que sean mis profesores porque poner en práctica estas medidas en las cárceles es muy complicado”, indica.

La vida en los centros penitenciarios era insostenible. La psicóloga explica que allí la relación entre los presos y los funcionarios era pésima. Cuenta que un prisionero no se atrevía a decirle al guardia que había otro recluso muerto en la misma celda “porque seguramente le iban a dar una paliza”.

La malagueña con reclusos y funcionarios en Naivasha. La malagueña con reclusos y funcionarios en Naivasha.

La malagueña con reclusos y funcionarios en Naivasha. / M.H.

Actualmente, está trabajando en un proyecto de investigación para publicar los resultados de su estancia en las prisiones. Por lo pronto, los funcionarios y oficiales le han asegurado que el comportamiento de los reclusos ha cambiado; es “mucho más positivo”. Los propios reclusos son los que han ayudado a sus familiares a entender y aceptar la situación. Además, se ha reducido el consumo de alcohol y drogas en las cárceles –uno de los problemas más graves–.

“Que un hombre se levante en medio de una sala con ochenta presos y diga sus sentimientos en voz alta es algo muy fuerte; pero que los demás todos le den la razón, se sale totalmente de lo que yo tenía previsto”, confiesa emocionada. “Ha ido más allá de mis sueños”, reconoce.

La boquerona, que admite que le emociona que la nombren como tal, manifiesta que no es la “típica europea que va a salvar un país africano”, sino que es una pieza de un proyecto coordinado con oficiales y en el que se han involucrado muchas personas para que vaya creciendo y siendo fructuoso. En uno de los informes, un preso keniata que forma parte del programa manifestó que puede que nunca salga de prisión, pero que ahora ya es libre.

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