Crítica de Cine

'One-hit band', segundo álbum

Con un suave punteo, alguien afina una guitarra sobre los créditos de Casi 40 mientras aparecen fotografías de una Lucía (Lucía Jiménez) adolescente. "¿Te vas a poner melancólico nada más empezar?", le espeta a su compañero de ruta y road manager temporal, interpretado por Fernando Ramallo. Y sí, lo hará: prácticamente toda la cinta versa sobre la nostalgia. "¿A quién no le gusta tener por un rato 19 años?", se justifica Lucía mientras actúa. "Por 25 pesetas, enumérame cosas que se han perdido en estas dos décadas", le devuelve él. Los mapas, las máquinas de escribir, las cabinas, el fax, la peseta misma. Entre guiños y complicidades, Trueba da un completo repaso al diccionario de la nostalgia en esta road movie sin pretensiones. Una melancólica continuación de La buena vida rodada en 1996 con idénticos protagonistas.

Tras años sin verse, una gira modesta por pequeños locales reúne a los dos amigos de juventud. Ella, retirada ya de los escenarios. Él, reconvertido a comercial de cosmética. Cantante y roadie -como indica el título, al borde de los cuarenta- llevan a medias todo el peso de una cinta sostenida en largas conversaciones sobre la familia, el pasado, el sexo, la música, el periodismo e, incluso, los gimnasios.

Como desahogo entre tanta perorata, Trueba intercala en la historia canciones íntegras, interpretadas por Lucía en los distintos cafés y librerías en los que va tocando. "Ya no vendemos libros, y ahora tenemos que hacer cosas como estas. Clubes de lectura, conciertos. Como los cines con las palomitas. Como los periódicos con las cuberterías", se lamenta una de las anfitrionas. Imbuida por la amabilidad del tono y la libertad que transmite, la película va de menos a más. Y es que el dúo protagonista empieza dubitativo y, como en las giras, sólo consigue afinarse con el paso de los kilómetros.

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