Cultura

Sueños de artesano

  • El Rectorado exhibe una retrospectiva de Lorenzo Saval, entregado durante 30 años a los relieves de su imaginación· 'Saval' . Rectorado. Avenida Cervantes. De lunes a sábado de 10.00 a 14.00 y de 18.00 a 21.00.

El sueño de la razón produce, en Lorenzo Saval, iconos. Dueño y señor de un imaginario poblado de siluetas, barcos, mariposas, alas y mares, el artista chileno echó en Málaga su ancla y desde allí da forma a sus ensoñaciones. Más de 30 años de entrega a una labor de artesonado merecen echar la vista atrás. El Rectorado le reserva hasta el 16 de febrero una de sus salas para que el director de la revista Litoral exhiba una selección de su prolija obra.

El soñador que no tiene un sueño inmortal se despierta. Con esta advertencia, Saval invita al visitante a recorrer una selección de collages e instalaciones que dan buena cuenta de su querencia por la superposición de deseos, ideas y movimientos. Desde su primer trabajo sobre papel, El telegrama (1976) hasta el Praxinoscopio, un juego de efectos visuales secuenciados en la figura de una caballo, "como el principio del cine" evoca su autor, navegan por medio relieves sobre cartón recreados con semillas, telas, naipes o canicas.

Algunas de las piezas han sido cedidas para la ocasión por coleccionistas particulares o extraídas de la decoración de espacios como el hotel La posada del ángel en Ojén. Precisamente, la serie de 18 cuadros que decoran cada una de sus habitaciones (en la imagen inferior) ofrece un fiel relato de la idiosincracia que Saval proyecta en sus lienzos. El ángel golfista, el catador de vino, el músico y el tahúr sobrevuelan con sus alas el ingenio de un creador de volúmenes.

Junto a las portadas que han ilustrado las distintas ediciones de Litoral (como las dedicadas a Luis García Montero, al malogrado Ángel González, a la poesía del deporte y a la del jazz) la exposición recorre las ilustraciones que abren libros como los María Victoria Atencia y Antonio Soler, entre otros.

El propio Saval hace de comisario ad hoc para el periodista y sus explicaciones terminan de definir un sello propio. Para dar vida a El Titanic, el artista se vale de una antigua plancha de bronce con un trozo de carbón dentro, "procedente de la caldera del Titanic", asegura. En El final de la batalla elige una bomba de mortero "de los campos de Málaga" , mientras que el busto de un niño con un cabello de caracolas esconde "trozos del muro de Berlín", señala Saval para referirse a El rostro demolido.

Poeta de la palabra pintada, pintor del verso tridimensionado, Saval continúa cada día ampliando su universo. "Ahora estoy trabajando en un mascarón de proa", concluye y sus sueños dan una vuelta de tuerca más.

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