Algunos cariños atlánticos
Crítica de Teatro


GIBRALTAREÑA
Teatro Echegaray. Fecha: 17 de junio. Dirección y texto: Juan Luis Iborra. Intérprete: Elisa Matilla. Aforo: Unas 70 personas.
Cuando uno va al teatro con relativa frecuencia, lo que quiere al final (y en esto el teatro se parece a a la vida) es que se lo den todo hecho. Ya sabemos que el teatro es muy importante para la sociedad, la cultura y todo eso; pero lo que cada cual busca en el fondo cuando se sienta en una butaca dispuesto a aguantar el tirón ante actores de carne y hueso es que lo quieran. Por alguna razón que nadie ha sabido explicar todavía desde Esquilo, tal vez por su calidad litúrgica, el teatro (cuando es teatro) tiene la extraña capacidad de hacer sentirse querido a quien participa. En la función de Gibraltareña eché ayer de menos algunas cosas: para empezar, más público, aunque ya se sabe que lo que manda en este país es el fútbol. También, ya puestos, una mayor complejidad dramática en el texto de Juan Luis Iborra, quizá demasiado previsible a la hora de mostrar las cartas (soberbio, eso sí, en los momentos más dados al humor negro) y un tanto plano en sus formas, consecuencia seguramente en su empeño de querer parecerse a la existencia del común de los mortales. Y, en fin, por pedir tampoco habría estado mal una dirección más valiente, que plantease una relación más fértil con el espacio escénico y no se conformara con lo enseñado en el primer compás (la bandera, eso sí, ejerce felizmente la función de consolador deus ex machina). Por pedir.
Pero todo esto es teatro, ya saben. En eso se queda. Lo importante de Gibraltareña es que sale Elisa Matilla y uno se siente querido todo el rato. Tanto, que lo demás no importa. Es tanta la verdad, tanto el regusto a tierra que deja esta actriz en el paladar, que con su actuación lo llena todo. Precisamente, Matilla se sirve de su personaje, una prostituta empeñada en dar el amor que no encuentra, para obrar el milagro. Por ahí detrás reposa Gibraltar como telón de fondo, pero esto también es lo de menos. En tan enorme actriz (su gesto, sus manos, su posición: todo perfección y humanidad) está el teatro que de verdad importa.
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