Cultura

Un espejo al otro lado del mar

  • Estambul será en 2010 una atípica Capital Cultural de Europa, con una propuesta de actividades de la que Málaga puede extraer útiles conclusiones sobre aspectos como participación ciudadana y patrimonio

En la lista de ciudades que tienen ya garantizada la Capitalidad Cultural de Europa hasta 2013, Estambul, que ostentará esta distinción en 2010, constituye un caso atípico. Su primera rareza es estrictamente geográfica, ya que la antigua Constantinopla se extiende por terreno europeo y asiático, a la manera de frontera continental. La segunda tiene que ver con el modo de participación en el programa que la Unión Europea establece para las capitales culturales, ya que, si en 2010 esta categoría quedará repartida (como se estipula en la normativa al respecto) entre una ciudad del espectro veterano dentro del marco de la Unión (Essen, Alemania) y otra del Este (Pecs, Hungría), Estambul aparece como tercera plaza con cierta categoría de invitada especial. Y la tercera, relacionada con la anterior, tiene que ver con la propia naturaleza de la urbe: como capital de Turquía, su sociedad es mayoritariamente islámica pero a la vez, históricamente, su contribución ha resultado decisiva para la consolidación de la actual Europa mayoritariamente cristiana o laica. Precisamente, Turquía aspira a ingresar en la UE y tiene en la Capitalidad Cultural uno de sus avales más significativos para presentarse ante Bruselas como una realidad europea, independientemente de sus características religiosas. Para ello ha preparado un programa de actividades culturales que se desarrollarán en 2010 (aunque buena parte del mismo ya funciona plenamente) y del que Málaga, que aspira a la misma Capitalidad en 2016, puede tomar nota con respecto a varios asuntos.

A priori, Málaga y Estambul presentan grandes diferencias, pero también similitudes. La capital de Turquía es una ciudad descomunal con una población de 16 millones de habitantes en la que conviven comunidades de los más diversos orígenes, desde descendientes de los antiguos otomanos hasta kurdos pasando por judíos sefardíes. Su historia es, en gran medida, la historia del mundo: cuando Constantino la convirtió en capital del Imperio Romano en el siglo IV la convirtió en capital del planeta, posición que mantendría posteriormente con la eclosión del Imperio Bizantino. Monumentos como la Mezquita Azul y la Catedral de Santa Sofía (en su día el mayor templo cristiano de mundo, luego convertido en mezquita y actualmente museo) llenan de una poderosa melancolía por el viejo esplendor las calles de una ciudad en la que por doquier aparecen restos arqueológicos de primer orden.

No obstante, en la oferta presentada para 2010, los argumentos en torno a patrimonio e historia son mínimos. Sólo aparecen contemplados en un apartado complementario de información turística. El proyecto, en su aspecto práctico, se divide en dos apartados: el de Cultura y Artes, que reúne las actividades programadas desde la administración local (dividido a su vez en las categorías de artes visuales, música y ópera, artes escénicas, cultura urbana, literatura y cine) y el denominado Proyectos Urbanos, que presenta una serie de iniciativas para el fomento de la participación ciudadana con los museos como epicentros para la organización de las actividades. Precisamente, este apartado desarrolla un plan compartido por la administración, las universidades y las asociaciones culturales y vecinales para la puesta en marcha de proyectos culturales (con todas las infraestructuras necesarias puestas al servicio de los mismos) presentados por grupos que integran a representantes de estos mismos órdenes. Llama la atención el hecho de que tanto los Proyectos urbanos como las actividades de Cultura y Artes presentan un vocación ferozmente europeísta (la música clásica es una de las grandes destacadas, con atractivos como el Festival del Bósforo) y a la vez respetuosa y coherente con la idiosincrasia de Estambul, capital de un país regido por un gobierno islámico moderado: así, el programa contempla una serie de ciclos culturales especiales para el Ramadán, con multitud de actividades nocturnas y para la madrugada y una oferta casi nula durante el día.

Aunque sus dimensiones y su relevancia histórica sean mucho más modestas, Málaga puede tener en Estambul una de sus mejores guías. De nada servirá a la Capital de la Costa del Sol hacer alarde de su condición trimilenaria y su fundación fenicia si este argumento no va acompañado de un proyecto capaz de implicar a la sociedad en el desarrollo de su propia cultura. Y no sólo a la manera de meros espectadores, aunque sea a nivel masivo (tal y como ya se demostró en la pasada Noche en blanco), sino como gestores y organizadores de sus proyectos culturales. En este sentido, Málaga presenta un especial déficit de espacios escénicos y artísticos que, aunque sostenidos económicamente por entidades municipales, estén dirigidos por creadores o asociaciones, un modelo que en Europa es moneda corriente y que Estambul ha reforzado considerablemente con vistas a 2010. Con respecto a la Capitalidad, la UE ve con buenos ojos la soberanía cultural del ciudadano y su puesta en práctica, un eje que en Málaga requiere todavía una importante carga de trabajo.

Estambul comparte con Málaga su condición marítima y el Mediterráneo es precisamente el lema común a todas las actividades y tema central de una gran exposición. Aquí, si el patrimonio del suelo es menos valioso, el del mar es el mismo. En esta marca se halla la clave.

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