Acabo de regresar de vacaciones y todo está peor. Agosto ha sido un mes realmente dramático. El atentado de Barcelona fue muy doloroso, aunque lamentablemente los europeos nos estamos acostumbrando a vivir con esta lacra. Sabiendo que, en cualquier momento, puedes toparte con un loco asesino con un camión, con un cuchillo o con lo que le venga en gana. Se quiso dar el mensaje global de que no tenemos miedo, pero no es verdad. El temor es directamente proporcional al enfado y al número de familiares y amigos que se tengan. Solo ocurre que estamos conviviendo con él porque no hay otra opción. Porque cada día sale el sol y a otra cosa mariposa. Al día siguiente de los atentados en Barcelona, Londres, Niza, Berlín o cualquier otra parte del mundo miles de personas pasearon por las mismas calles en las que apenas unas horas antes había sangre y vidas rotas. Con respeto, pero sabiendo que tienes que pasar por ahí para ir a comprar, a comer, a entrar en su casa o a pasear. Es el recurso que nos queda. Que los terroristas sepan que, por mucho que se inmolen o aniquilen brutalmente todo lo que salga a su paso un día a una hora concreta, en esa ciudad seguirá habiendo millones de personas más que no estarán de acuerdo con esa barbarie y que harán su vida con la mayor normalidad posible.

En estos mismos momentos, cuando lee estas líneas, hay terroristas del Daesh preparando atentados en Europa y en países árabes. Hay que confiar en que los sistemas de inteligencia de todos los países los detecten y las policías los cacen antes de que actúen. Como se pudo haber hecho probablemente en Barcelona con ese aviso de EEUU, pero sería mezquino culpar ahora a los Mossos por haber hecho caso omiso. A toro pasado todo es fácil, sus motivos tendrían para no darle viabilidad a esa información y estoy plenamente convencido de que ningún Mosso, desde Trapero hasta el último agente, quería que esto ocurriera. La utilización política que los independentistas han hecho del suceso, y lo que queda hasta el 1 de octubre, sí que es, directamente, vomitiva y da mucho que pensar en qué tipo de personas quieren dirigir una supuesta Cataluña libre. Si yo viviera allí saldría por piernas.

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