Acuerdos al límite

La imagen transmitida hasta ahora no es la mejor presentación y por muchas disculpas que pidan

No siempre se cumple el principio de que bien está lo que bien acaba. Es cierto que hubiera sido un mal mayor no haber alcanzado un acuerdo entre las diversas agrupaciones políticas situadas a la izquierda del PSOE de cara a las elecciones autonómicas, porque hubiera supuesto tal fragmentación del voto que las condenaría a la irrelevancia y haría prácticamente imposible un gobierno alternativo al que presenta la derecha. Pero el fondo y la forma de este acuerdo han revelado la aparente inconsistencia de estas formaciones, que ponen en duda su propia solvencia política. Nadie se puede extrañar que en este tipo de negociaciones se discuta los niveles de presencia en las listas de los distintos partidos ; al fin y al cabo lo que todas ellas legítimamente pretenden es tener influencia y para ello es necesario conseguir presencia y visibilidad. Por tanto, será hipócrita intentar rasgarse las vestiduras porque pretendan un mayor número de puestos de relieve en la papeleta electoral de cada circunscripción. Lo que sí llama poderosamente la atención es que esta cuestión haya sido el único tema que se ha suscitado para el acuerdo. Ha dado la impresión de que el elemento sustancial de cualquier campaña, como es el propio programa electoral y la política de futuros pactos hayan estado ausentes de estas complejas negociaciones. Extraña que entre formaciones que han mantenido tan aireados enfrentamientos, los temas sustanciales de la acción y el pensamiento político no tengan ningún relieve. Este hecho nos llevaría a dos conclusiones opuestas: o que para los protagonistas de estos acuerdos la cuestión programática no tiene suficiente relieve o que en el fondo no existen discrepancias entre ellos, con lo que sus anteriores enfrentamientos y divisiones tienen difícil justificación. No sé cuál de estos dos aspectos sería más negativo.

Si a ello se une la aplicación de la pueril e inconsistente estrategia de intentar forzar el acuerdo hasta el último minuto, hasta tal punto de que se llega tarde a la inscripción del pacto alcanzado, la negociación adquiere caracteres de ridícula comedia. Es seguro que en esta narración faltan matices y que las responsabilidades del entuerto no pueden ser repartidas por igual entre todos los participantes, pero lo cierto es que la imagen transmitida hasta ahora no es la mejor presentación y por muchas disculpas que pidan, contra esta impresión de precipitación y falta de seriedad tendrán que luchar durante toda la campaña.

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