Argumentario

La torre Velasca en Milán forma parte de la imagen de la ciudad sin dejar de ser un mamotreto

Justificar un proyecto urbanístico ensalzando la virtud de otro es tan chocante como pobre es defenderlo con el argumento de que no es para toda la vida. Que, si no nos gusta, dentro de 50 años, cuando termine la concesión, podremos demolerlo. ¡Largo me lo fiáis, amigo Sancho!

Defender la actuación del hotel del puerto como "una operación financiera" es negar el debate urbanístico que demanda la propuesta. Según esa lógica, cualquier actuación de un grupo inversor sería incuestionable mientras le salgan los números. O digan que le salen. Porque la apuesta por la marina de Marbella de otro catarí ilustre se fue al traste en cuanto ¡oh, qué casualidad! se quedó sin hotel. Pero defenderla desde el argumento de que ya la hemos discutido bastante es tan incierto como infantil. No es cierto que la ciudad no haya presenciado debates tan dilatados. Agotados los teóricos 8 años del PGOU del 83, no fue hasta 6 años después cuando vio la luz el del 97. Un periodo similar al que tardó en desarrollarse el Plan Especial del Puerto que ahora se modifica a medida del proyecto. Y es infantil porque es la lógica del crío que llora para conseguir lo que quiere por agotamiento de sus progenitores. No es cierto que, como Málaga no tiene un auditorio para más de 1.000 personas y demanda más plazas hoteleras de lujo, haya que implantarlas en ese punto. Asumir la premisa de partida no determina su ubicación en un lugar que el propio Ayuntamiento cuestionó durante la tramitación original del Plan Especial por los problemas de tráfico que puede generar en las vías de acceso, que ahora parecen desaparecer. Como tampoco parece correcto que el hotel vaya a complementar la actividad de cruceros. A los cruceros se llega directamente para subirse y zarpar. Y amarran en puerto para que bajemos y volvamos a casa, exhaustos después de una semana de todo incluido. Ese es su negocio. A los congresos es más lógico ir en AVE o en avión.

Lo cierto es que es el tiempo quien pone las cosas en su sitio y su paso convierte la obra arquitectónica en un elemento más del paisaje. Lo que no significa necesariamente que lo potencie. La Malagueta lo demuestra y no justifica una actuación posterior. La torre Velasca en Milán forma parte de la imagen de la ciudad sin dejar de ser un mamotreto, del mismo modo que los venecianos se cuestionan la entrada de los grandes trasatlánticos en la ciudad.

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