Asesores

En los entornos del poder siempre existieron recovecos, corredores y vericuetos

En los entornos del poder siempre existieron recovecos, corredores y vericuetos en los que conseguir más influencia que notoriedad. El arte de 'pasillear' siempre fue una habilidad bien valorada en cualquier centro de decisión importante. Los validos, los favoritos y los consejeros áulicos son los antecedentes históricos de este cometido. Actualmente esta función se ha normalizado y ha pasado a ser parte reconocible de cualquier estructura, con denominaciones variables como asesores, gabinete o staff. Pero su papel y su carácter discreto, casi oculto, silencioso y enigmático, con algunas variaciones, se han mantenido en el tiempo. Suelen ser el último peldaño de la escalera de decisión, normalmente sin rostros ni nombres, pero al que todo el mundo le reconoce una influencia decisiva. Los nuevos asesores ejercen su cometido de forma inmisericorde, celosos de su posición que pretenden sea infranqueable, rodeando y aislando a su asesorado para intentar alejarlo de cualquier influencia externa que no pase por su insobornable dictamen. Los miembros del gabinete son la guardia pretoriana, los defensores de las esencias, los depositarios de los mayores confidencias y los conocedores de los grandes secretos que a la inmensa mayorías de los humanos se les escapa. Su poder solo tiene el límite de la lealtad a su jefe, al que siempre llaman así: jefe.

Ahora, en el ámbito político, los asesores que ya son legión, se han convertido en una profesión influyente y valorada que en muchos casos modula y condiciona las decisiones más importantes. Los hay procedentes del campo técnico, especialistas en determinadas materias, con autoridad y conocimientos suficientes como para asesorar sobre cuestiones específicas. Y los hay con cometidos menos definidos, más etéreos, consejeros de estrategias y tácticas políticas, apoyados en estudios, conocimientos y experiencia, con fidelidades políticas cambiantes. Son los profesionales del poder, mitad sociólogos, mitad psicólogos, hábiles en el manejo de encuestas y de la comunicación y diseñadores de propuestas y discursos. En este mundo profesionalizado la política a veces se reduce a una página excel en la que anotar dudas y certezas, beneficios y riesgos, reacciones y votos. La ideología, los sentimientos, los deseos y las ilusiones no son valores computables en su profesional y aséptico trabajo, que trata de calcular al milímetro cualquier movimiento y reacción. Lo triste es que esta nueva forma de entender el asesoramiento le está robando el alma a la política.

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