Cobernanza y pandemia

Si se analiza el ensayo de cogobernanza aplicado en la pandemia, podría decirse que ha sido aceptable

En los sistemas democráticos compuestos la toma de decisiones requiere un procedimiento complejo para poder mantener el debido equilibrio de competencias entre los diversos poderes territoriales. En España esta descentralización política sigue siendo un continuo banco de pruebas del sistema constitucional porque nuestra realidad autonómica tiene condicionamientos peculiares. Por una parte, el carácter ambiguo del estado autonómico (régimen cuasi-federal) en el que no están claramente reconocidos los poderes políticos de cada territorio y que nos sitúa con frecuencia en ámbitos competenciales difusos que son semillero de conflictos. Por otro lado, la existencia de una inercia política de enfrentamiento y continua reivindicación con el Gobierno central que forma parte consustancial del discurso autonómico y que no es fácil que los gobiernos regionales estén dispuestos a abandonar en aras de la lealtad institucional.

No obstante sería una equivocación pensar que los errores, limitaciones y fallos que se han detectado en el tratamiento público de esta pandemia tienen como causa importante la descentralización política. Ha sido el retraso en la toma de decisiones, la falta de reforzamiento de la atención primaria y el escaso interés en dotarse de un potente equipo de rastreadores los principales causantes de los errores y fallos cometidos. Y, en este caso, aparecen claras las competencias y responsabilidades de cada uno. Si se analiza el ensayo de cogobernanza aplicado en el tratamiento de la pandemia, obviando la inclinación crítica permanente o los alardes dialécticos de cada uno, podría decirse que ha sido aceptable. Gobiernos autonómicos de distinto color político han coincidido en tratamientos y soluciones y han alcanzado un razonable acuerdo con la administración central. Haríamos mal en confundir la parte con el todo y pensar que el comportamiento llamativo y estruendosamente díscolo de una comunidad, Madrid, capaz de dejar en entredicho a sus mismos compañeros en una rueda de prensa conjunta, es la imagen del comportamiento generalizado de los gobiernos regionales. En un análisis objetivo podría decirse que el prestigio del estado de las autonomías, apartando la hojarasca dialéctica que aún no hemos acertado a abandonar, no ha sufrido en este envite. Eso sí descartando la comunidad autónoma de Madrid que, queriéndolo o no, se ha convertido en el mejor aliado de la corriente centralista que algún grupo político abandera sin complejos.

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