Derrota con causa

En fútbol, cuando se pierde, no se debe culpar al árbitro y al estado del terreno de juego del desastre

En fútbol, cuando se pierde, y además por goleada, no se debe culpar al árbitro y al estado del terreno de juego del desastre. Aunque sea verdad, que haya pitado un penalti injusto, que haya expulsado a un jugador sin motivo y haya anulado un gol legal; y aunque alguien, conscientemente, haya embarrado el campo. En política, cuando se pierden unas elecciones, y además por goleada, no se debe culpar a los medios de comunicación y a la fecha electoral del mal resultado. Aunque sea verdad. Aunque hayamos asistido una descarada corriente favorable a los vencedores por parte de la mayoría de los medios, hayamos visto primeras páginas que más parecían carteles de propaganda del PP y se haya producido un abandono de criterios de objetividad y profesionalidad. Y aunque se haya buscado no fomentar excesivamente la participación. Las derrotas hay que asumirlas y, sobre todo, no buscar elementos extraños para justificarlas.

Una derrota se puede convertir en una tragedia si no se comprende qué ha ocurrido y no se acierta a reconocer las causas. Y en este caso, las elecciones en Andalucía, la derrota de la izquierda tiene orígenes que no cabe reducirlos a lo ocurrido en la campaña electoral, sino que viene gestándose durante toda la pasada legislatura. Se puede decir que el PP, además de sus propios méritos, ha ganado tan ampliamente las elecciones por incomparecencia del adversario. Han sido más de tres años de ausencia de la oposición, que ha preferido durante este tiempo enfrascarse en batallas orgánicas internas y dejar todo el campo público a la derecha. El PSOE, enredado en una permanente tensión de relevo de la dirección y Unidas Podemos, en su sempiterno problema de identidad y autenticidad, han desertado de su trabajo parlamentario. El PP, con la sumisa colaboración de C's se ha hecho con la centralidad política y ha ocupado todo el escenario público y sin que una reacción tardía y precipitada haya podido recuperar el tiempo perdido. Es evidente que no hay una única causa que explique este resultado y que cada una tendrá su propia valoración. Pero lo que se hace urgente y necesario es que la izquierda en sus dos (tres) expresiones, sin tener que aplicarse una flagelación pública, busque con rigor las causas de este desastre y proponga los remedios, si no quiere que esta situación se cronifique. Y como en las crónicas deportivas, al hablar del resultado no hay que trasladar la responsabilidad al árbitro, pero tampoco olvidarlo.

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