Es evidente que las próximas elecciones europeas, que se celebrarán del 6 al 9 de junio, nos indicarán la Europa que viene. Nos jugamos nuestro papel en el liderazgo en un sistema multipolar. Los retos son muchos y complejos. Destacaría tres: la búsqueda de una solución política hacia la paz a la guerra de Ucrania y a la de Gaza; una respuesta de la recuperación económica que dé fin a la crisis económica; y, finalmente, una salida a la crisis climática a través de políticas de transición ecológica que permitan conciliar el medio ambiente con los intereses de agricultores. La crisis económica, una pandemia, dos guerras han activado el proyecto europeo y lo hacen más necesario que nunca, sin embargo, el posible giro a la derecha que parecen anticipar las encuestas dificulten la resolución de estos problemas.

En este sentido, con la excepción de algunos gobiernos europeos, como el de España y Alemania, se prevé un crecimiento de la derecha, en muchas ocasiones apoyados por partidos conservadores o de derecha radical. Todas las encuestas parecen coincidir en un escenario en el que el escenario estaría representado por el Partido Popular Europeo como partido más votado y el Partido Socialista Europeo sería la segunda fuerza política. Sin embargo, la novedad va a ser el incremento importante de la extrema derecha, que puede competir por la tercera posición con los liberales. El tema es relevante y esto ha hecho que la propia Ursula von der Leyen, actual presidenta de la Comisión Europea y candidata del Partido Popular Europeo busque el apoyo de esos partidos y, en particular, de Giorgia Meloni.

Se espera, pues, un giro a la derecha en Europa que, sin duda, puede afectar a la política europea. En principio, el Partido Popular Europeo podría tener una posición de fuerza en dos escenarios, el de la actual mayoría (PPE, socialistas y liberales) o una coalición de derechas. Este cambio podría afectar a la agenda estratégica de la UE, desplazándola hacia la derecha en cuestiones clave como la legislación climática, la competitividad, la defensa o la migración.

Otro de los grandes cambios respecto a la anterior legislatura es el posible retroceso de Los Verdes, que en algunas encuestas figuran hasta en quinta posición frente a los 72 escaños que lograron en 2019, cuando la ola ambientalista se tradujo en un fuerte incremento de su presencia en el Parlamento Europeo. El sondeo de Politico augura 41 eurodiputados para ese grupo y 32 para La Izquierda (cinco menos que los que tiene ahora). La fatiga ambientalista es una realidad en un continente atravesado por las protestas de los agricultores y en el que se está pisando el freno de las políticas que han compuesto la agenda verde. La derechización de Europa también ha conducido a un endurecimiento de la política migratoria y amenaza con hacerlo aún más.

Es evidente que los europeos están agotados por la sucesión de crisis y un número considerable de votantes considera negativa la respuesta de la UE a cada una las que han sacudido el continente en los últimos 15 años. Muchos de ellos manifiestan actualmente su apoyo a partidos antieuropeos. La normalización de estos partidos en muchos países de Europa contribuye a su aceptación. La derechización sólo puede tensar aún más la política europea en temas fundamentales y en un contexto mundial que necesita prudencia política y altas dosis de consenso. Hay que evitar todo aquello que polarice a los europeos e introducir debates sobre la Europa que queremos y necesitamos ahora y en el futuro.

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