Dice Javier Cercas que la transición española fue el verdadero final de la Guerra Civil, pero parece que sólo los que vivimos aquel periodo podamos entender el verdadero significado de esas palabras. O que sólo los que participábamos en las innumerables manifestaciones que reclamaban por toda España "Libertad, Amnistía y Estatuto de Autonomía" podamos entender el auténtico significado que tuvo en aquel momento la Ley de Amnistía promovida por la izquierda. Como recuerda Soledad Gallego, en un artículo publicado en El País de ayer viernes, Marcelino Camacho, en su intervención en defensa del proyecto, afirmó que esa Ley era una pieza capital en la política de reconciliación nacional defendida por el PCE y dijo que "los comunistas, que tanto hemos sufrido, hemos enterrado a nuestros muertos y nuestros rencores". Esas palabras, de quien había sufrido años de prisión en las cárceles franquistas, expresan bien el espíritu del momento. Contra lo que hoy es una opinión muy generalizada, la transición no se hizo para olvidar el pasado, se hizo para superarlo. Ese era el deseo de la inmensa mayoría de los españoles. Dice David Rieff, a propósito de la memoria, que no se trata tanto de olvidar el mal sufrido como de superar el resentimiento que acarrea. La realidad es que había un miedo muy generalizado en la sociedad española sobre lo que podría ocurrir tras la muerte del dictador, un miedo comprensible a repetir un pasado que estaba muy presente.

No sé muy bien si en términos estrictamente jurídicos hay o no que reformar la Ley de Amnistía para adecuarla al derecho internacional, o qué efectos pueda tener la enmienda propuesta por el Gobierno, pero como dice la historiadora Pilar Mera, lo que "no se puede es legislar el pasado desde el presente, con objetivos presentes", ni reinterpretar su significado eliminando el contexto y las circunstancias. Y lo que me parece que resulta verdaderamente perverso es atribuir a la Ley de Amnistía de 1977 unos fines y unas intenciones opuestas a los verdaderos motivos de quienes la promovieron. Dicen que por la Ley de Amnistía somos una excepción legal respecto del derecho internacional. Desconozco si es exactamente así. Pero quizás la verdadera excepcionalidad sea la forma en que los españoles desanudamos nuestro pasado para construir, entre todos, una democracia que nos ha dado el más largo periodo de paz y prosperidad de toda nuestra historia.

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