Uno de los dones más divertidos que nos depara esta época es poder constatar en la verdad de los periódicos historias reservadas hasta hace muy poquito a la febril imaginación de la ciencia-ficción. El millonario nipón Yusaku Maezawa, al que podemos considerar el Amancio Ortega de Japón, ha organizado un viaje a la Luna para 2023 y busca a ocho acompañantes que quieran subir con él al cohete. Pero el hombre es quisquilloso y no quiere subir al satélite con cualquier mendrugo, de manera que ha impuesto sus particulares condiciones: sólo podrán optar a la escapada personas que manifiesten motivaciones artísticas y que estén dispuestas a dar testimonio de su experiencia en obras de arte legadas a la humanidad. No es cuestión, por tanto, de poder pagárselo (que también), sino de disponer de un espíritu elevado y de la bendición de las musas. Los poetas a los que Platón no quería ver ni en pintura en la República podrán instalarse así, a sus anchas, en la Luna, lo que al cabo entraña una representación fidedigna de la actividad creativa. Y, bien, resulta que allá que se han lanzado pintores, cineastas, escritores, actores, físicos, filósofos, músicos, algún deportista y otros muchos inspirados del más diverso pelaje a presentar sus credenciales para secundar al empresario en su odisea espacial. El número de solicitudes supera el millón, con lo que al promotor de la excursión le queda un largo trabajo por delante en la selección de los candidatos idóneos. No sé yo, de entrada, si Maezawa resitirá todo el proceso sin arrepentirse: por mucha velocidad que lleve el cohete, el viaje a la Luna será presumiblemente largo, y compartir cabina con ocho iluminados en plena discusión sobre quién está más motivado de los ocho, quién va a hacer qué y qué museos o instituciones van a recoger después sus respectivas contribuciones, tal vez resulte un trago demasiado largo, con lo que a lo mejor al pobre le entran ganas de bajarse a bordo, anda y que os aguanten los selenitas. Eso sí, a tenor de las declaraciones con las que el multimillonario ha justificado el proyecto, es razonable concluir que parece ser lo suficientemente repipi como para resistir a bordo. Insisto, todo esto me suena a argumento de ciencia-ficción, a novela de Philip K. Dick con su punto de humor y mala leche. Sea como sea, estoy deseando que los artistas vuelvan, cuenten lo que han visto y presenten sus testimonios. Qué delicia.

Mientras tanto, el Ayuntamiento de Málaga podría tomar nota y presentar alguna iniciativa similar en la próxima edición de Fitur con la atención puesta en la ciudad. Se trataría de invitar a artistas de todo el orbe a pasar aquí unos días para inspirarse y crear obras basadas en esa misma inspiración; obras que, después, podrían pasar a engrosar las colecciones de nuestros museos, con el inestimable patrocinio de fundaciones bancarias y marcas cerveceras. Además de llenar los museos, se podrían editar libros, grabar discos, rodar películas y montar obras de teatro. Es más, con las mismas prerrogativas, cabría limitar durante un año el flujo turístico en Málaga exclusivamente a artistas, con el mismo compromiso: ¿Quiere usted venir a Málaga? Envíenos su curriculum artístico y decidiremos. En el caso de que sea elegido, realizará usted una obra en la que resuma su viaje. Claro que, si de conformarnos se trata, bastaría reducir la exigencia a que los visitantes vistan como es debido, no destrocen el mobiliario urbano, no vomiten en la calle y no armen escándalo. Y si no, a la Luna con ellos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios