Mera casualidad

Cuando acabaron de matarse en las trincheras los vencedores siguieron matando a los vencidos

Hay coincidencias en la vida que es imposible pensar que sean meras casualidades y el domingo ocurrió una de ellas. Fue mientras dibujaba cuando escuché la entrevista que le hicieron hace cinco años a Pérez-Reverte en el marco de un congreso en Sevilla sobre "Literatura y guerra civil". Recordaba Reverte una columna suya en ABC de unas semanas antes, "Ojo con los abuelos", y llamaba la atención sobre que quizás no conozcamos todas las historias de todos ellos. Historias de una guerra en la que, como en todas las guerras, en ambos bandos hay jóvenes idealistas junto a otros que se ven arrastrados a la contienda. Y salvajes emboscados que aprovechan la contienda para ajustar cuentas pendientes con sus vecinos y hacer caja con la rapiña sobre el represaliado. Leí la columna que no conocía y horas después escuché las declaraciones de Feijó describiendo la Guerra Civil como "una pelea entre nuestros abuelos y bisabuelos". Coincidencia que me llevó a confirmar que las opiniones del escritor no eran de hace unos días, porque no podía pensar que fuera una mera casualidad. Una casualidad que me obligó a preguntarme quién escribe los argumentarios de los políticos. Quién es capaz de tomar una idea interesante que nos invita a reflexionar sobre cómo gestionamos los sentimientos de nuestra historia más reciente y oscura, y dilapidarla buscando una frase para un titular. Cómo es posible recoger una invitación a la mesura desde el reconocimiento del salvajismo de la retaguardia y la crueldad de la represión de la posguerra, para convertirla en un puñado de sal en la herida desde la simplificación absurda de quien busca un hueco en las noticias de las tres.

Hace más de ochenta años no se pelearon nuestros abuelos. Nuestros hijos se pelean en el colegio. Ellos se mataron a lo largo y ancho del país. Y cuando acabaron de matarse en trincheras y retaguardias, los vencedores siguieron matando a los vencidos. Feijó tiene razón y "no tiene sentido seguir viviendo de los réditos de quienes la hicieron". Para reforzar su argumento sólo le ha faltado la generosidad de reconocer que sacaron más réditos quienes la ganaron y que, sin esos réditos, para sacar a Queipo de Llano de la Macarena, no habría hecho falta la ley que criticaba en sus declaraciones. Habría estado enterrado en el cementerio de San Fernando, como tantos de nuestros abuelos y bisabuelos.

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