El candidato a la investidura, Núñez Feijoó, se presentó al encuentro con Pedro Sánchez con una foto de los Pactos de la Moncloa bajo el brazo. Veo en un periódico una imagen de archivo, no sé si la misma, que pretende establecer un paralelismo entre aquellos históricos acuerdos del 77 y la propuesta de Feijoó. En la misma, Adolfo Suarez preside una mesa en la que aparece Abril Martorell, en una esquina apenas visible Felipe González, Carrillo ocupa un lugar central junto a Tamames, que charla con Fernández Ordoñez. Fuentes Quintana gran protagonista de los pactos no aparece. Aquel acuerdo fue suscrito por partidos políticos, sindicatos y asociaciones patronales: la crisis del petróleo de 1973 había impactado en la economía española en la fase terminal del franquismo, caracterizada por la inestabilidad política, la presión social y la violencia terrorista. La inflación se había situado en el 26% a mediados del 77 y amenazaba con alcanzar cifras de hiperinflación. Cualquier parecido entre aquella España y la que se expresó en las urnas el pasado 23J es pura coincidencia. Y es una impostura que evoque la ejemplaridad de aquellos pactos – que con gran responsabilidad acordaron los agentes sociales, políticos y económicos- quien con tozuda irresponsabilidad ha bloqueado el pacto imprescindible para la obligada renovación de los vocales del CGPJ. Por otra parte, la oferta que Feijoó ha hecho a Pedro Sánchez se puede resumir en: sólo habrá acuerdos si yo gobierno. Con tales precedentes, que el líder y candidato del PP se presente como heredero de los Pactos de la Moncloa sólo se explica porque, una vez más, Feijoó habla de oído o sencillamente no sabe de lo que habla: su partido no fue firmante porque no existía y su precursor, Alianza Popular, no firmó el acuerdo político de aquellos pactos, tan sólo suscribió el económico. Se podría decir, sin mucho riesgo a equivocarse, que aquellos ejemplares acuerdos del 77 fueron posibles porque el PP aún no existía. Ya que, desde la llegada de Aznar a la presidencia del partido, a principios de los noventa, el PP sólo ha visto a sus adversarios políticos como enemigos que había que destruir. Aunque los aduladores mediáticos quieran comparar la propuesta de Feijoó con los Pactos de la Moncloa, el encuentro sólo fue el fruto del retorcido tacticismo del desesperado e improbable candidato. En las semanas próximas, hasta el intento de investidura, asistiremos perplejos a más Pactos de la Mocloa.

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