
Notas al margen
David Fernández
Una izquierda sometida
El zoco
Está claro que en España, desde que se ha instalado el progresismo, vamos progresando a marchas forzadas. Por ejemplo en economía. Me refiero a la economía doméstica, esa que preocupa al trabajador, a la familia de clase media, y especialmente la de clase media-baja, cuyos ingresos no dan para cubrir las necesidades básicas en el mes que cubre su salario. Por más ayudas implementadas por el Gobierno, y subidas de salarios acordadas, el precio de los productos de la cesta de la compra sube a un ritmo que se hace imposible alcanzarlos. Para no irme muy lejos, he hecho los cálculos con mi pensión. He comparado el nivel de vida que tenía hace cinco años y el que tengo en este 2023, y resulta que me he empobrecido un 30%, o sea que, en ese lustro, mi pensión ha subido una birria y todo me cuesta un riñón más. Según el Gobierno he ido progresando adecuadamente, pero yo noto que solo me ha progresado la depre que me da cuando veo mi cuenta corriente que, si ya era muy modesta hace cinco años, ahora está paupérrima.
Pero los españoles siempre hemos tenido una manera muy particular de progresar y de entender el progresismo. Nunca lo hemos entendido como subir escalones para ir alcanzando a los que están más arriba, sino que hemos entendido que progresamos si logramos que aquellos que están más arriba, acaben en el mismo escalón de abajo que estamos nosotros. Y, hablando de escalones, me viene a la mente el gran progreso que vamos a tener a partir de hoy. Tendremos un Parlamento que en nada envidiará la Torre de Babel. El progresismo habrá dado un paso de gigante; los diputados no dirán ninguna chorrada más porque, aunque digan alguna, como no los vamos a entender, pues ¡como si no la dijeran! Así no habrá peleas. El Génesis nos cuenta que tras el Diluvio Universal, los hombres decidieron hacer una torre que llegase al cielo. Por entonces todos los hombres hablaban la misma lengua y se entendían entre ellos. Yahveh vio lo que hacían y se dijo: «He aquí que todos forman un solo pueblo y todos hablan una misma lengua; siendo este el principio de sus empresas, nada les impedirá que lleven a cabo todo lo que se propongan. Pues bien, descendamos y allí mismo confundamos su lenguaje de modo que no se entiendan los unos con los otros». Así consiguió, al desunirlos, que no lograran su propósito de construir la torre que alcanzase el cielo y se dispersaran por toda la tierra.
Pues exactamente lo mismo que Yahveh es lo que han pensado los progresistas, o sea nacionalistas secesionistas y socialistas (mercaderes comprados con votos), si conseguimos que en el Parlamento español hablemos en nuestras distintas lenguas habremos progresado en la destrucción del proyecto común que es España.
Porque, sí es verdad que todas las lenguas que se hablan en España son españolas, pero solo una es el español, que es la lengua en la que durante siglos nos hemos entendido los españoles. Si así nos hemos entendido, incluso antes de que existiese España como Estado, ¿A qué viene la progresista gilipollez de tener que entenderse a través de traductores? Ya estoy impaciente por conocer cuál va a ser el siguiente progreso que traiga de la mano el progresismo. ¿Será la amnistía selectiva? ¿Quizá el derecho de autodeterminación selectivo? O ¿Serán ambos incluidos, por el mismo precio de 7 votos?
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