Postales desde el filo

Sucesiones

El argumento más notable para oponerse al cobro del impuesto de sucesiones es injusto

Parece que ha calado entre los andaluces la campaña del PP contra el impuesto de sucesiones y donaciones. Hasta el punto de incorporarla algunos medios de comunicación a su línea editorial. De nada sirve que sea un impuesto estatal cedido ni que, en la práctica, sólo afecte a un porcentaje muy reducido de la población. Plagiando el exitoso eslogan "España nos roba", la no menos sutil consigna del PP contra el impuesto es "Susana nos roba a los andaluces". Dos son los argumentos fuerza: que es un impuesto injusto y que en Madrid no se paga, ya que un gobierno popular lo ha suprimido en la práctica. Bueno, del PP se espera que baje impuestos, como también se espera que, por ejemplo, empresas privadas gestionen su sanidad pública. Además Madrid es, como todo el mundo sabe, donde más impuestos se recauda, entre otras cosas porque allí están domiciliadas muchas empresas que obtienen en toda España sus beneficios. Lo de la fiscalidad madrileña es uno de esos efectos perversos de la cesión territorial de tributos.

Pero el argumento más notable para oponerse el impuesto de sucesiones y donaciones es el de que es injusto. Más allá de si se aplica mejor o peor, o de la casuística que se pueda dar en la práctica, lo cierto es que, en abstracto, probablemente sea el más justo de los impuestos ¿Por qué es más injusto un impuesto que grava la herencia que el que lo hace sobre el trabajo? Para el filósofo liberal Robert Nocick, "gravar las rentas del trabajo es equiparable a los trabajos forzados". Cualquier impuesto, directo o indirecto, sometido a un proceso de deconstrucción similar al aplicado al de sucesiones y donaciones llevará a la inevitable conclusión de que es injusto. Más que de rechazar un impuesto concreto de lo que se trata es de descalificar el sistema tributario. Para los libertarios como Nocick los impuestos atentan contra nuestra libertad. Los utilitaristas se limitan a afirmar que el dinero está mejor en el bolsillo del ciudadano que en manos del Estado. El debate no es otro que el del viejo antagonismo individuo-sociedad. Margaret Thatcher afirmaba con radicalismo liberal: "La sociedad no existe. Sólo existen hombres y mujeres individuales". Mientras que Tony Jud reflexionaba como socialdemócrata: "¿Qué legaron la confianza, la tributación progresiva y el Estado intervencionista a las sociedades occidentales? Seguridad, servicios sociales y mayor igualdad". Conviene saber de qué lado se está.

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