Recuerdo cuando era pequeño (y no tanto), veía la tele y un avance informativo interrumpía El Príncipe de Bel Air, Oliver y Benji o la película de turno. Todo se paralizaba: el latido, el ruido en la casa, hasta las patatas en la sartén parecían quedarse quietas. El logo del canal y una breve fanfarria solo podían avecinar el miedo: ETA había vuelto a operar. Bien por un asesinato, bien por el inicio del modus operandi que solía acabar en el cobarde disparo a la sien. Ahora, en cambio, estoy deseando que los telediarios acaben, aunque sea para ver esos culebrones turcos de moda, porque el temor lo tengo oyendo a hablar a los tipos llamados a encauzar nuestras vidas y sacarnos de esta crisis. Y en estas, me ha venido Tony Stark a la cabeza.

La España política se está autodestruyendo, o esa sensación tengo yo, a base de mociones de censura y un día a día basado en el y tú más y en desacreditar al rival antes que acreditar los méritos propios. Pero es que tenemos lo que nos merecemos: los programas sobre política se basan en contertulios afines a respectivos extremos jugando a que gana el que más chille o desprestigie; y las conversaciones entre ciudadanos de a pie son más de lo mismo. Es una matrioshka de comportamientos que nos asocian más al funcionamiento granhermanado de los realities que al ágora de los griegos. Y la morfina de los talent shows para desconectar del día a día hace el resto. Me pregunto qué opinaría Tony Stark de todo esto.

Me da miedo esta deriva intelectual en los escaños y el avance impulsivo de la derecha y la izquierda populistas. Ciudadanos, la idea de marca blanca, la propuesta que nos iba a reconciliar hacia el centro y dar cordura a las pulsiones de este país, sufre una hemorragia imparable. Arrimadas se quedará tocando como los músicos del Titanic tras su particular Valkiria autonómica. El voxismo y el podemismo están de enhorabuena, y la zanja cainita de estas dos neoespañas, más ancha. Y Tony Stark no lo puede remediar porque está muerto.

"Y yo soy Iron Man". Esas fueron sus últimas palabras antes de destruir a Thanos. Pero no fue su armadura la que salvó al mundo, fue el hombre. Sin casco, con la cara salpicada de sangre y heridas, con la determinación y el valor en los ojos, fue Tony Stark el héroe, no Iron Man. Aquel hombre arrogante, preocupado por su imperio económico y chovinista de las primeras películas fue virando hacia el compromiso, el valor, el sacrificio y la capacidad para anteponer los intereses mundiales y su propia familia a su ego. Y aun ahora, cuando lo veo en una pantalla, aunque sea para glosar su recuerdo, dejo de sentir miedo. ¿Dónde están esos hombres y mujeres? En la televisión del día a día no los encuentro, desde luego.

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