Poder abyecto

Mesa 8

Cuando el poder no se concibe como medio para lograr el bien común, sino como un fin en sí mismo, el resultado son formas abyectas de su ejercicio, porque se desvincula de toda responsabilidad moral. En este escenario, las personas, las instituciones y hasta la verdad misma pueden ser degradadas, instrumentalizadas y despreciadas. Aristóteles ya advertía que todo arte (política incluida) tiene un fin, y que gobernar debía orientarse al bien común. Pero cuando se pierde esa finalidad, el poder degenera en tiranía. Cuando el poder es el fin en sí mismo, la verdad se vuelve irrelevante. Lo importante ya no es qué es cierto, sino qué sirve para conservar el poder. Esto es lo que la historiadora y politóloga alemana, Hannah Arendt, estudió al analizar los totalitarismos: Cómo el poder abyecto borra la distinción entre verdad y mentira, entre realidad y ficción. Y, cuando eso ocurre, el poder se vuelve abyecto y pierde su relación con la alteridad, no reconociendo al otro como sujeto y tratándolo como un instrumento, desechándolo y despreciándolo. Además de negar cualquier responsabilidad y no justificarse ante nadie.

Si echamos un vistazo a la Historia, podemos analizar como el poder ha llevado a las más abyectas situaciones incluso en instituciones como la propia Iglesia de Roma. Desde el principio, desde que ocupar el trono de San Pedro implicaba, no solo un poder espiritual, sino un inmenso poder terrenal y el acceso a una enorme influencia política, social y económica, pasó a ser frecuente el hecho de que muchos aspirantes al solio papal no dudaran en acudir a la violencia y al asesinato para alcanzarlo. La violencia por el poder llegó a extremos inverosímiles. En el s. IV, el aspirante a papa, Dámaso (de familia española) sobornó a la plebe de Roma para masacrar a los fieles de su oponente Ursino, tomó por las armas la Basílica de San Juan de Letrán y se ordenó papa. La masacre de afines al derrotado Ursino salpicó toda Roma. Al papa Dámaso se le atribuyen numerosos delitos, además de ser el máximo responsable de la matanza habida, sin embargo, tuvo toda clase de honores tras su muerte, incluido el de la santidad.

El poder abyecto va íntimamente ligado al dinero y el sexo. También en el siglo X hubo un periodo en la Iglesia, llamado “la pornocracia” (desde el papado de Sergio III, hasta el de su nieto, Juan XII, conocido como “el papa Fornicario”), en el que dos mujeres de libre disposición, Teodora y Marozia detentaron el poder.

El caso de María Leire Díez Castro, destapado por El Confidencial, en el que la “fontanera” de Moncloa y el PSOE, se reúne con unos empresarios investigados por casos de corrupción, y les pide, a cambio de ayuda, información comprometedora sobre el jefe del Departamento de Delincuencia Económica de la UCO, el teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Balas, que dirige las investigaciones del hermano y la esposa de Sánchez, la del fiscal general y la de los pornócratas, el exministro Ábalos (el fornicario) y su compinche Koldo, es seriamente muy preocupante. Siendo, además, que el Gobierno no da explicaciones de nada, que solo se limita a decir, por activa y por pasiva, que todo son bulos, el caso se revela como un proceder, del Gobierno y del PSOE, absolutamente mafioso, propio de un poder abyecto.

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