De caída fácil

Hoy es Armita Garawad. Ojalá su compatriota Mohammadi pueda ir a Oslo a recoger el Nobel de la Paz

Dicen las autoridades que entró en el metro, tan ricamente y que tras sufrir un desmayo se desvaneció y de ahí pasó a estado de coma, hospital y ser dada oficialmente por muerta. Se llamaba Armita Garawad y según asociaciones de derechos humanos, fue detenida por la policía moral de su país por no llevar velo. El caso se suma al de la joven kurdoiraní Mahsa Jina Amini que sumió al país en una oleada de protestas, con gran eco internacional. Entonces, se supo que el fallecimiento se produjo mientras estaba detenida, en el caso de Armita la versión oficial habla sin remilgos de una presunta caída. No se han autorizado visitas al hospital ni siquiera de sus familiares más directos ni aún menos la presencia de Médicos Sin Fronteras, Cruz Roja o Hengaw, la organización que dio la alerta. Al mismo tiempo se ha hecho pública la condena a siete años de cárcel a Niloufar Hamedi y Elaheh Mohammadi, las periodistas que denunciaron la agresión a Amini. Ninguna de las dos profesionales ha sufrido una caída, por el momento.

Manuel Vicent cuenta – en Aguirre el Magnífico– el dolor que supuso para el entonces jesuita el asesinato de su amigo Enrique Ruano en 1969. Estudiante de Derecho, fue detenido por llevar propaganda del sindicato Comisiones Obreras. La caída de Ruano, desde una ventana de la oficina de la policía secreta franquista, fue calificada de suicidio o al menos de un intento desesperado de imposible huida. Desde el Ministerio que dirigía Manuel Fraga se insistió en esa versión –llegando a exhibir informes de una presunta depresión– que nadie creyó ni dentro ni fuera del país. A España llegó la ola del mayo francés y en febrero del 68, la facultad de Derecho de Sevilla se levantó contra la expulsión de varios alumnos. El profesor de Historia Alberto Carrillo localizó un escrito firmado por los delegados de curso exigiendo su reincorporación: entre ellos aparecen Manuel Chaves, Miguel Ángel Pino y el ya fallecido periodista Manuel Ramírez. No hubo readmisiones, pero al menos ninguno sufrió caída, para alivio de todos. La causa Ruano se reabrió 27 años después para revelar, como clamaba la evidencia, que no hubo suicidio ni caída accidental y que el joven había muerto de un disparo y se le había extraído la bala del cadáver para borrar las huellas. Su caso fue clamoroso pero no evitó otros: abundaron los informes que hablaban de “muerte por disparos al aire”, aunque fuera en el pecho de las víctimas.

Hoy es Armita Garawad. Ojalá su compatriota, la Premio Nobel de la Paz Narges Mohammadi, en prisión por su defensa de los derechos humanos y la libertad de las mujeres, pueda acudir a Oslo, a recogerlo. Y ojalá no se caiga.

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