Tras el abrupto final del lamentable liderazgo de Pablo Casado, no parece que nada vaya a cambiar en el PP. En la primera sesión de control de la nueva etapa, la portavoz popular mantuvo el mismo tono de deslealtad e irresponsabilidad, marca de la casa, acusando al presidente del Gobierno de España de servirse de la guerra de Ucrania: "primero utilizó la pandemia y hoy nos ha quedado claro que está dispuesto a utilizar la guerra". En momentos así, esta señora debería utilizar una forma menos miserable de hacer oposición. Después vino la boda con Vox. Desde que emergió en las autonómicas andaluzas, Vox ha marcado la agenda a los populares. Han renunciado con su seguidismo a ser un partido central del sistema para disputar el espacio de la extrema derecha. Un camino a la perdición como el que tomo CIU, abandonando la centralidad para convertirse en una fuerza radical independentista, con las consecuencias de todos conocidas. Un fenómeno, desgraciadamente generalizado, que explica en buena medida la fase de retroceso democrático que vivimos: igual que el PP se deja engullir por Vox, el Partido Republicano se ha entregado al trumpismo y los Conservadores británicos hicieron lo propio con al nacional populismo antieuropeo de la extrema derecha de Farage y compañía. Con la firma del pacto en Andalucía, el PP se rindió a la idea de que ellos sin Vox no serían nada. Aun resuenan la vibrante intervención de Casado en la sesión de la Moción de Censura, presentada por Vox, en la que el exlíder popular se desmarcaba de Abascal con un discurso propio de un partido conservador y centrado homologable a la derecha europea ¡qué efímero giro a la sensatez!

La derecha mediática se divide entre los que aplauden entusiastas el pacto con Vox y los que hacen contorsionismo intelectual para justificarlo. Pero, por mucho que insistan, Vox no es un partido constitucionalista: sólo acepta de la unidad de España y la monarquía. Rechaza el modelo autonómico, aunque en un ejemplo de coherencia gobernará una autonomía. Y, sobre todo, se oponen frontalmente a todo el desarrollo constitucional en materia de igualdad, derechos y libertades. La Constitución es, en esencia, un marco legal en el que todos cabemos es, por lo tanto, necesariamente inclusiva e integradora. Representa todo lo que Vox rechaza: por su ideología habrían estado en la Transición entre los involucionistas del régimen franquista.

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