A dejar gobernar

Ciudadanos y PSOE tienen el reto común de desterrar el mensaje frentista del populismo

El denostado Tenazos, con su macroencuesta del CIS, fue quien mejor vaticinó el resultado. Ninguno gana por goleada, pero son posibles los pactos. Pactos que no se harán hasta después de las municipales y solo en su justa medida. Al grito de ¡con Rivera, no! la militancia socialista dejó patente sus preferencias. Tampoco hacía falta. El líder de Ciudadanos lo ha puesto difícil. Al mismo tiempo que Sánchez se subía al andamio y saludaba, Rivera manifestaba su firme compromiso de no pactar. ¡A paseo la supuesta desaparición entre izquierda y derecha! El objetivo no es la gobernabilidad de esa España que, imposible de encerrar en el corazón, asoma en forma de pulseras por las venas. La meta es liderar un centro-derecha en el que el PP hace aguas al grito de ¡sálvese quien pueda! y al que Vox, por ahora, solo ha conseguido agarrarse por un cabo. La excusa: haber hablado con Puigdemont. El ofrecimiento de apoyo de Arrimadas al president en 2016 para conseguir mejoras sociales y económicas para Cataluña si abandonaba la vía independentista, no cuenta. La virulencia que en algunos momentos ha adquirido la campaña y el recurso sin tapujos a la mentira hacen difícil la necesaria posterior convivencia. Y lo más grave, parece haber convertido a la mentira en una característica del debate electoral tan normal como aceptada.

La misma lógica de gobernabilidad que llevó a Ciudadanos a pactar con los populares en Andalucía debería llevarlos a facilitar un gobierno socialista en España. Lo que no es un cheque en blanco, sino la primera consecuencia de la cacareada responsabilidad y un eficaz parapeto contra las desproporcionadas peticiones nacionalistas o de Podemos. Es el problema de ocupar el centro ideológico, que te deja, más que a nadie, en el centro de todos los pactos. Empezando por el de parar a los populismos extremistas de izquierda y derecha. A Vox, la misma ley electoral que le negó la participación en los debates televisivos nacionales les otorgó la posibilidad de hacerlo en Andalucía. Y la rechazaron. La noche del domingo avisaron de que, a partir de ahora, los escucharíamos en el parlamento. Y el adelanto no fue nada prometedor. Con independencia de qué políticas se acuerden, en la próxima legislatura, Ciudadanos y PSOE tienen el reto común de desterrar el mensaje frentista del populismo. Empezar por llamar al vencedor para felicitarlo es un buen comienzo.

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